Según Mark van Proyen, para poder identificar correctamente la posición del arte dentro del tejido social de la era digital, habrá que describir tanto sus vertientes optimistas como las negativas, para así encontrar una síntesis que complete la dialéctica. Francesco Vezzoli (Brescia, 1971) podría encontrarse en la sección «positivista»: el artista que comenzó tejiendo lágrimas, sangre o mocos sobre los ojos y narices de las viejas estrellas de cine; un niño nostálgico y amargado que encontró a la mitad de su carrera el video como la forma perfecta de rendir tributo a dos de sus fascinaciones: la época de oro del cine italiano y Andy Warhol.
Vezzoli es definido como el «artista de la alfombra roja»: por sus videos que recrean pasajes, fragmentos e imágenes de Visconti o Pasolini, han transitado Sonia Braga, Bianca Jagger (también musa de Warhol), Franca Valeri y Valentina Cortese en tono decadente. Las imágenes de Vezzoli son nítidas y alevosamente iluminadas, sin contemplaciones estéticas para las viejas actrices, ni para las nuevas; Courtney Love, Milla Jovovich y Sharon Stone, entre otras tantas, extrañamente ya pelean un papel en uno de los extraños trabajos del creador italiano. El video de Vezzoli surge precisamente de la cultura popular televisiva y cinematográfica, recrea sus clichés, los lleva hasta el extremo y es allí donde radica su atractivo. El videoartista italiano se nutre de la tele —de la tesis—: en ella justifica sus ideas y exploraciones, se reinventa y contempla. Uno de sus últimos videos, Marlene Redux, cuenta su biografía imitando con exactitud el E! True Hollywood Story, programa de televisión que cuenta la siniestra historia de una estrella del cine o la televisión estadounidenses, con recreaciones y testimonios de allegados, depresiones y éxitos del artista visual. Una maravilla que dura media hora, incluyendo cortes para comercial, presentada en 2007 en la Tate Gallery de Londres.
En la Bienal de Venecia de 2007, Vezzoli presentó Democracy, la recreación de una campaña electoral para Estados Unidos con dos candidatos: Bernard-Henri Lévy (bhl para los franceses), uno de los filósofos más agudos de nuestro tiempo, con sólidos argumentos y retórica basada en Maquiavelo, contra Sharon Stone, la actriz que a últimas fechas culpó al mal karma del terremoto que sacudió China, como una candidata terriblemente seductora y persuasiva. Cada uno ideó su discurso, pero a Sharon Stone la beneficiaron con algunos «trucos» televisivos. Este video fue una bomba para la Bienal, en el sentido en que supuso una crítica del manejo del discurso político en los medios: ¿cuenta más la imagen o el discurso? Vezzoli dejó claro que Stone ganaría una campaña aunque su contrincante fuera un verdadero genio.
Hoy, cada nueva pieza de Vezzoli es seguida no sólo por el mercado de las artes visuales —cada inauguración o presentación suyas atraen multitudes—: también representa para las nuevas generaciones la bandera del nuevo videoarte italiano, el que goza de buena salud pero manteniendo un pie en la tradición. Vezzoli habla a través de la nostalgia. Y tradición es la palabra clave en la identidad del arte italiano; quizá también la razón de que le haya costado tanto trabajo encontrar un buen lugar en las nuevas artes expandidas. Un paseo por Italia puede dar algunas pistas: su restauración, por ejemplo, no arregla ni actualiza a la antigua Roma; sólo se le agrega una sencilla columna de metal para intentar mantenerla en pie. No se remoza ni se repinta. Pero el arte digital es otro medio, otro género, y en él parece renacer il bello arte italiano.
Vezzoli es definido como el «artista de la alfombra roja»: por sus videos que recrean pasajes, fragmentos e imágenes de Visconti o Pasolini, han transitado Sonia Braga, Bianca Jagger (también musa de Warhol), Franca Valeri y Valentina Cortese en tono decadente. Las imágenes de Vezzoli son nítidas y alevosamente iluminadas, sin contemplaciones estéticas para las viejas actrices, ni para las nuevas; Courtney Love, Milla Jovovich y Sharon Stone, entre otras tantas, extrañamente ya pelean un papel en uno de los extraños trabajos del creador italiano. El video de Vezzoli surge precisamente de la cultura popular televisiva y cinematográfica, recrea sus clichés, los lleva hasta el extremo y es allí donde radica su atractivo. El videoartista italiano se nutre de la tele —de la tesis—: en ella justifica sus ideas y exploraciones, se reinventa y contempla. Uno de sus últimos videos, Marlene Redux, cuenta su biografía imitando con exactitud el E! True Hollywood Story, programa de televisión que cuenta la siniestra historia de una estrella del cine o la televisión estadounidenses, con recreaciones y testimonios de allegados, depresiones y éxitos del artista visual. Una maravilla que dura media hora, incluyendo cortes para comercial, presentada en 2007 en la Tate Gallery de Londres.
En la Bienal de Venecia de 2007, Vezzoli presentó Democracy, la recreación de una campaña electoral para Estados Unidos con dos candidatos: Bernard-Henri Lévy (bhl para los franceses), uno de los filósofos más agudos de nuestro tiempo, con sólidos argumentos y retórica basada en Maquiavelo, contra Sharon Stone, la actriz que a últimas fechas culpó al mal karma del terremoto que sacudió China, como una candidata terriblemente seductora y persuasiva. Cada uno ideó su discurso, pero a Sharon Stone la beneficiaron con algunos «trucos» televisivos. Este video fue una bomba para la Bienal, en el sentido en que supuso una crítica del manejo del discurso político en los medios: ¿cuenta más la imagen o el discurso? Vezzoli dejó claro que Stone ganaría una campaña aunque su contrincante fuera un verdadero genio.
Hoy, cada nueva pieza de Vezzoli es seguida no sólo por el mercado de las artes visuales —cada inauguración o presentación suyas atraen multitudes—: también representa para las nuevas generaciones la bandera del nuevo videoarte italiano, el que goza de buena salud pero manteniendo un pie en la tradición. Vezzoli habla a través de la nostalgia. Y tradición es la palabra clave en la identidad del arte italiano; quizá también la razón de que le haya costado tanto trabajo encontrar un buen lugar en las nuevas artes expandidas. Un paseo por Italia puede dar algunas pistas: su restauración, por ejemplo, no arregla ni actualiza a la antigua Roma; sólo se le agrega una sencilla columna de metal para intentar mantenerla en pie. No se remoza ni se repinta. Pero el arte digital es otro medio, otro género, y en él parece renacer il bello arte italiano.
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