sábado, 28 de julio de 2012

Jasper Johns (1930), y todo el arte pop

Poco se sabe de la vida de Jasper Johns, hombre reservado y celoso de su intimidad, antes de su consagración artística. Nació en 1930 en Augusta, Georgia, en el corazón del Deep South americano, y se crió con tíos y abuelos en Allendale y otras localidades de Carolina del Sur tras el divorcio de sus padres. Allí cursa estudios universitarios, pero ya en 1949 se traslada a Nueva York e ingresa en una escuela de arte comercial.
Incorporado al ejército, se le destina al Japón, donde permanece hasta 1952. Aunque algún débil rastro de influencia japonesa pueda percibirse en algunas obras muy posteriores, es posible que se deba más a la que mantuvo con el músico John Cage, uno de los personajes centrales de la vanguardia americana cuyo interés por el budismo zen es bien conocido, que a su experencia directa de la cultura nipona.
Tampoco se sabe mucho de sus primeros pasos como artistas, pues el parecer destruyó sus obras iniciales. Lo cierto es que en 1954 conoce a Robert Rauschenberg y John Cage, ambos mayores que él. Si el primero se convierte en inseparable compañero de trayectoria artística, el segundo ejerce una influencia gradual y tamizada, además de ponerle en contacto con algunas figuras de la máxima importancia en la escena artística neoyorquina e internacional, como el coreógrafo Merce Cunningham o el propio Marcel Duchamp.
Johns y Rauschenberg se instalan en estudios cercanos en el Downtown de Manhattan y se ganan la vida diseñando escaparante. Por eso mismo año ambos encaminan su carrera de forma definitiva. En 1955 Jasper Jhons pinta su primera bandera americana, un gran panel blanco totalmente dominado por la evidencia de las barras y estrellas.
La textura, matérica y de notables calidades táctiles, es fruto de una peculiar técnica -la encáustica o pintura al encausto- que Johns rescata de la antigüedad clásica y consiste en diluir los pigmentos en cera caliente. Este procedimiento está tan unido a la obra del pintor de Augusta como sus temas característico; todos ellos -las dianas, los números- salen a escena en 1955. El paralelismo con la evolución de su compañero Rauschenberg es evidente: muchos críticos citan Pintura blanca con números, que este último había realizado en 1949, como antecedente de las series numéricas de Johns. La estrecha relación de ambos en estos años hace la hipótesis verosímil.
Tres años más tarde, en 1958, algunos objetos se añaden materialmente a los lienzos. Johns sigue, una vez más, la estela de su amigo, si bien con un sentido algo distinto. Los objetos añadidos a sus cuadros se integran siempre en un marco de relaciones esencialmente pictóricas, gobernado por principios de textura y contraste de color. En realidad, Rauschenberg estaba más cerca de de una reflexión sobre el objeto artístico similar a la planteada por los dadaístas treinta años antes, mientras que Johns recuerda más a los collages y tableaux-objet de los cubistas. No importa si lo que aparece en los cuadros son objetos encontrados o palabras y letras estarcidas -un procedimiento de raigambe igualmente cubista-; Johns los arrima en todo caso al ascua de la pintura, disciplina cuyos límites aspira a ampliar al máximo, pero manteniéndose siempre dentro de ella. En eso la herencia de los expresionistas abtractos de la generación anterior -Pollock, Rothko, Hoffman- queda de manifiesto.
Si Jasper Johns encuentra pronto su orientación artística, el lanzamiento de su carrera no se hará esperar demasiado: en 1957 participa en una exposición colectiva en el Jewish Museum y conoce a Leo Castelli, que al año siguiente le organiza su primera exposición individual de la galería a la que desde entonces quedará vinculado. También en 1958 expone en el pabellón americano de la Bienal de Venecia y el MOMA le compra varias obras.
Por esos años empieza a hacer sus primeros vaciados en bronce de objetos cotidianos (Bombilla, Linterna), al mismo tiempo que descubre la obra de Marcel Duchamp. A través de John Cage participa en escenografías y decorados para happenings de Alan Kaprow y coreografías de Merce Cunningham,y, con el comienzo de la nueva década, su obra, ya consagrada en los Estados Unidos, empieza a ser conocida en Europa. Aunque Michael Sonnabend le organiza una muestra individual 1961, será la Bienal de Venecia de 1964, en la que Rauschenberg obtiene el primer premio, el escenario de esa reputación internacional. En realidad, ambos abren las puertas de Europa al arte norteamericano de la generación anterior tanto como como a los artistas pop que vienen inmediatamente depués.
La producción de Johns está dominada por las banderas, dianas, números y alfabetos hasta los años setenta, aunque de hecho nunca los abandona del todo. En Luz de Harlem (1967) aparecen por primera vez los flagtones, un motivo serial que recuerda a un muro aparejado de forma irregular que vio, al parecer, fugazmente en un graffiti callejero. Quizá por ese camino llega, en 1972, a las grandes superficies totalmente cubiertas de crosshatchings, tramas de trazos de color distribuidos en series paralelas que se superponen e interpretran, como en un cañamazo o un tejido vistos desde cerca; nunca antes había estado Johns tan cercano a la abstracción absoluta: el ejemplo de Pollock, a quien dedica como homenaje Fragancia (1973-1974), uno de los crosshatchings más conocidos, es aquí muy claro.
En los últimos años Johns ha vuelto a incorporar imágenes a su pintura. Quizá el ejemplo más significativo de esa orientación reciente está en la serie de las Cuatro estaciones (1985-1986), premiada en la Bienal de Venecia de 1988 y remate de su prestigio como uno de los más grandes artistas de la segunda mitad del siglo.
Paralelamente debe resaltarse la gran importancia de su obra gráfica -litografías y serigrafías en su mayor parte-, desarrollada a partir de 1960 sobre los mismos temas y objetivos recurrentes de su pintura.

domingo, 15 de julio de 2012

Peter Paul Rubens (1577-1640), y el arte barroco

Alto y de noble porte, tenía las facciones regulares, las mejillas rosadas, el cabello castaño y en los ojos el brillo de una pasión contenida. Su compañía era seductora, su temperamento afable, su conversación grata, su ingenio vivaz y penetrante, su manera de hablar tranquila y juiciosa y el tono de su voz agradable, lo que le hacía elocuente y persuasivo. De esta manera describe Roger de Piles (1699) a Peter Paul Rubens, uno de los grandes genios del Barroco y una de las principales figuras de la Historia del Arte, al reunir en una sola persona singulares dotes artísticas, importantes conocimientos humanísticos, el dominio del latín y varias lenguas modernas y una especial habilidad para la diplomacia, convirtiéndose en ejemplo para un buen puñado de artistas, entre otros el español Velázquez.
La familia de Rubens era originaria de Amberes donde su padre, Jan Rubens había alcanzado la posición de magistrado municipal, tras haber estudiado leyes en las universidades de Lovaina, Padua y Roma. Sin embargo, los graves acontecimientos políticos y religiosos que viven los Países Bajos en la década de 1560 llevan al joven Jan al exilio en 1568, debido a las sospechas de calvinismo que recaían sobre él. La familia Rubens -Jan se había casado con Maria Pypelinx y ya habían nacido varios hijos- se trasladó a la ciudad de Colonia donde Jan entró al servicio de Ana de Sajonia, la esposa de Guillermo de Orange. La relación entre Jan y su señora se fue estrechando cada vez más, hasta acabar siendo sorprendidos por Guillermo el Taciturno. El adulterio estaba castigado con la pena de muerte, pero la actuación de doña Maria Pypelinx en esta ocasión fue determinante, consiguiendo que la pena capital fuera conmutada por la cárcel, el pago de una considerable fianza y el exilio. Jan abandonó la prisión y se instaló con los suyos en Siegen, cerca de Colonia, donde nacería Peter Paul el 28 de junio de 1577. Al año siguiente se trasladaron a Colonia, una vez que Jan fue indultado por completo, ciudad en la los Rubens vivieron hasta el fallecimiento del padre de familia, en 1589. Maria Pypelinx y sus hijos regresarían a Amberes al poco tiempo, ya que ninguno había abrazado el calvinismo y nada les ataba a la ciudad alemana, instalándose en el centro de la ciudad flamenca donde su abuelo había prosperado como farmacéutico.
El pequeño Peter Paul ya había iniciado su formación en la Escuela Católica y con los jesuitas en Colonia, por lo que continuó sus estudios en Amberes. Frecuentó la Escuela Latina de Rombant Verdonck donde conoció a Balthasar Moretus y se relacionó con los clásicos griegos y latinos, pero esta formación académica duró poco tiempo, ya que en la casa de los Rubens no se nadaba en la abundancia y había que dotar a Blandine, la hija casadera. La escasez económica familiar obligaría a que tanto Philip -el hermano mayor nacido en 1573- como Peter Paul abandonaran los estudios y se ganaran la vida por su cuenta. Philip consiguió una plaza de bibliotecario en Roma, mientras que Peter Paul fue colocado como paje al servicio de la condesa Margarita de la Ligne d´Aremberg, viuda de Felipe de Lalaing, en Oudenaarde. Esta experiencia le serviría de base para aprender las maneras cortesanas que posteriormente le serán tan útiles en sus viajes por Europa.
Pero el joven Peter Paul no quiere permanecer mucho tiempo en ese oficio servil, por lo que decide hacerse pintor, aunque desconocemos las razones que le llevaron a esta decisión, apuntando el propio Piles que "no tenían, al principio, otra finalidad que la de aprenderla por gusto". Su primer aprendizaje artístico se inició hacia 1591, siendo su maestro
Tobias Veraecht, pintor de paisajes con el que apenas estuvo tiempo. La elección de Veraecht como profesor es bastante sorprendente; la razón debemos buscarla en cuestiones financieras o familiares ya que era un pariente lejano de María Pypelinx. Una vez abandonado el taller de Veraecht, donde permaneció apenas un año, se trasladó al taller de Adam van Noort, "habilísimo pintor de figuras" pero de "conducta abyecta y libertina y humor brutal" por lo que el joven aprendiz abandonó su taller para trasladarse al de Otto van Veen, uno de los mejores maestros activos en ese momento en Amberes y el que más influyó en su estilo juvenil, además de Holbein y Durero, cuyos grabados copiaba desde temprana edad.
En 1598, con 21 años, Rubens finaliza su periodo de aprendizaje y supera el correspondiente examen de maestro ante la Guilda de San Lucas de Amberes, corporación en la que se integraría como pintor independiente.
Si bien la estancia en el taller de Otto van Veen no fue muy fructífera para el joven pintor, Van Veen inculcó a su discípulo la necesidad de acudir a Italia par realizar un segundo aprendizaje. Peter Paul emprendió ese viaje el 9 de mayo de 1600 con el objetivo de ampliar su formación artística, estudiando las obras del
Renacimiento y la escultura clásica. Viajó en compañía de un joven pintor llamado Deodato del Monte y su primera parada fue Venecia, donde conoció a un noble mantuano que le recomendó para trabajar en la corte del duque de Mantua, Vincenzo Gonzaga, curioso personaje sincero protector del arte y de los artistas para cuya familia ya había trabajado Tiziano, Mantegna o Giulio Romano. En la corte de Mantua permanecerá durante casi nueve años, sirviendo al duque tanto en cuestiones artísticas como diplomáticas.
En el verano de 1601 Rubens está en Roma, donde estaba trabajando su hermano Philip como bibliotecario. La pintura de
Caravaggio llama su atención y se interesa especialmente por la Capilla Sixtina pintada por Miguel Angel y las Stanzias de Rafael. En la Ciudad Eterna tiene la primer oportunidad pública de demostrar sus dotes como pintor, ya que se le encarga la decoración de una capilla de la iglesia de Santa Croce in Gerusalemme de Roma, iglesia de la que había sido cardenal titular el archiduque Alberto de Austria, en estos momentos gobernador de los Países Bajos. El éxito obtenido por Rubens con estas pinturas será grande ya que aunque flamenco se le considera italiano por estilo.
En 1602 está de nuevo trabajando en Mantua donde recibe una importante misión al año siguiente. Tiene que realizar un viaje a España para entregar al rey Felipe III y su valido, el duque de Lerma, varios presentes, entre ellos un buen número de copias de los grandes artistas del Renacimiento, Tiziano y Rafael entre otros. El duque de Mantua deseaba con estos presentes conseguir el cargo de almirante de la flota española.
Al llegar a Valladolid, Peter Paul realizará el impresionante
retrato ecuestre del duque de Lerma, con el que conseguirá gran fama entre los cortesanos españoles, especialmente el marqués de Siete Iglesias, don Rodrigo Calderón, la mano derecha de Lerma. Los éxitos obtenidos permitieron a Rubens recibir ofertas para mantenerse en la corte española pero retornaría al servicio de Vincenzo Gonzaga, posiblemente porque el ambiente artístico español de ese momento no era de su agrado, al tiempo que deseaba continuar con su aprendizaje.
Tras un nuevo periodo en Mantua, vuelve a finales de 1605 a Roma donde hace un importante encargo para la iglesia de San Felipe Neri. En estas fechas realizará varios viajes a Génova donde ejecutará un buen número de retratos de la nobleza del lugar, insuflando la frescura y la vitalidad necesaria como para renovar el concepto de retrato aristocrático.
Será en 1604 cuando el duque de Mantua realice a Rubens el primer encargo de importancia, la decoración de la iglesia de la Trinidad de Mantua donde pone de manifiesto su admiración por la
escuela veneciana integrada por Tiziano, Tintoretto, Veronés o Correggio.
Las obras clave de esta estancia italiana serán las pinturas realizadas para el altar mayor de la Chiesa Nuova, la iglesia romana de Santa Maria in Vallicella, encargadas por los Oratorianos a finales de 1606.
En octubre de 1608 Rubens regresa de manera urgente a Flandes. La razón será el delicado estado de salud de su madre, doña María Pypelinx, llegando a Amberes cuando la madre ya había fallecido. Si bien Peter Paul se había comprometido a regresar a Mantua, la oferta realizada por los archiduques Alberto e
Isabel Clara Eugenia, gobernadores de los Países Bajos, no puede ser rechazada. Se le ofrece el cargo de "pintor de la casa de sus Altezas Serenísimas", permitiéndole instalarse en Amberes y fijando un sueldo anual de 500 ducados, cobrando aparte las obras pintadas para los gobernadores, al tiempo que se le eximía de impuestos y se le condonaban las deudas establecidas con la Guilda.
Al año siguiente de establecerse en Amberes, el 3 de octubre de 1609, Rubens contraía matrimonio con
Isabella Brandt, la hija de un alto funcionario municipal llamado Jan Brandt. La novia era catorce años más joven que el pintor pero esto no fue inconveniente para que establecieran una relación perfecta, naciendo de este matrimonio tres hijos: Clara Serena, Albert y Nicolas.
Pronto llegarán los primeros encargos importantes entre los que destacan la
Adoración de los Magos que hoy conserva el Museo del Prado y dos grandes trípticos para las iglesias de Amberes: La erección y el Descendimiento de la Cruz, obras con las que cosechará un sonoro éxito, poniendo de manifiesto su admiración y dependencia de la escuela italiana, desde los Carracci hasta Caravaggio, pasando por Tiziano, Tintoretto o Miguel Angel.
Al poco de instalarse en Amberes se construyó una casa con un gran jardín donde edificaría un espacioso estudio, una amplia biblioteca y una sala para albergar sus colecciones. La casa respondía a las características de la arquitectura y la decoración italianas, estando diseñada por él mismo. En las inscripciones que decoraban el arco del jardín se podía leer: "Dejemos a los dioses el cuidado de procurarnos sus dones y de concedernos lo que más nos conviene, pues ellos quieren a los hombres más de los que más de lo que los hombres se quieren a sí mismos"; "Pidamos la salud del cuerpo y la del espíritu. Un alma fuerte que no tema a la muerte, inaccesible a la cólera y a los deseos vanos". En ambas inscripciones se pone de manifiesto su concepción neoestoica de la vida, en sintonía con buena parte de los humanistas flamencos del momento con los que estableció una estrecha relación:
Justo Lipsio, Ludovicus Nonnius o Gaspar Gevaerts.
Ya en estas fechas Rubens llevaba un ritmo de vida tremendamente metódico. Se levantaba a las cuatro de la mañana, oía misa y se ponía a trabajar durante unas doce horas, al tiempo que un lector le leía en voz alta las obras de Plutarco, Tito Livio o Séneca. Hacía una comida frugal para que no interfiriera en el trabajo y una vez acabado éste, realizaba un paseo a caballo por los alrededores de Amberes. Regresaba a casa para cenar en compañía de los amigos, disfrutando de las conversaciones.
Las obras pintadas por Rubens en la década de 1610 todavía presentan una significativa dependencia de la
tradición flamenca, aunque las novedades aprendidas en Italia empezarán a tomar fuerza con el paso del tiempo, como podemos observar en el ciclo pintado para los Jesuitas de Amberes (1617-1621) compuesto por dos grandes lienzos de altar y 39 pinturas para las bóvedas de las galerías y las naves laterales, escenas en las que se aprecia claramente su dependencia de las decoraciones de los palacios venecianos pintados por Tiziano, Veronés o Tintoretto. Las 39 pinturas fueron realizadas por el taller, en el que Van Dyck era el principal ayudante. Y es que buena parte de los trabajos realizados por Rubens serían ejecutados por su amplio y fructífero taller ya que, como él mismo dice en 1618 a Carleton, "me encuentro tan sobrecargado de encargos para edificios públicos y colecciones particulares que me resultará imposible aceptar otros nuevos antes de que transcurran varios años". Rubens realizaba los bocetos y sus ayudantes -entre los que se contaban los mejores artistas del momento como Van Dyck, Lucas Vosterman, Paulus Pontius, Jacob Jordaens o Christoffel Jeghers- ejecutaban los trabajos siguiendo las líneas principales marcadas por el maestro, sin perder éste nunca el control sobre el resultado final del producto, ya que siempre retocaba las obras de los ayudantes antes de darlas por finalizadas.
También resultará habitual su colaboración con otros artistas, entablando excelentes relaciones con sus colegas.
Jan Brueghel de Velours, Paul de Vos, Lucas van Uden o Frans Snyders son algunos de los nombres que habitualmente trabajaban en igualdad de condiciones con Rubens, compartiendo la firma en los trabajos definitivos.
La fama alcanzada por la pintura de Rubens rebasó las fronteras de los Países Bajos y le llegaron encargos de diferentes lugares de Europa. Estos encargos iban acompañados de distinciones y honores especiales, como los que recibió del Príncipe de Baviera o del rey Christian de Dinamarca. El primer trabajo importante para una corte extranjera llegará de París, concretamente de la reina madre doña
María de Medicis. Se trata de dos ciclos de pinturas destinados a decorar el Palacio del Luxemburgo en París, uno de ellos dedicados a exaltar la memoria del difunto rey Enrique IV -tras muchas demoras no se llegó a realizar, quedando sólo bocetos y esbozos- y el otro ciclo dedicado a glorificar el reinado de María de Medicis, ciclo que se concluiría en el plazo fijado. El contrato se firmó en los primeros meses de 1622 y los veinticuatro cuadros fueron entregados con motivo de la boda por poderes entre Carlos I de Inglaterra y la princesa Enriqueta María de Borbón, en 1625. Rubens asistió a esta boda y allí conoció a un importante e influyente personaje, el duque de Buckingham, pieza fundamental en el próximo viaje que el pintor realice a tierras británicas.
Antes de realizar este viaje a París, Rubens había intentado, entre 1623 y 1625, con la ayuda de un pariente residente en Holanda, negociar un tratado de paz entre Flandes y Holanda, negociación que se dio al traste ante la negativa holandesa a alcanzar la paz. Este fracaso llevó a una intensificación de las actividades militares en la zona, tomando
Ambrosio de Spinola la plaza fuerte de Breda en 1625, episodio que será inmortalizado por Velázquez en Las Lanzas.
Otro de los importantes ciclos realizados por Rubens en 1625 es el diseño de los tapices del
Triunfo de la Eucaristía por encargo de la archiduquesa Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países Bajos y una de las principales clientes del maestro flamenco. La serie estaba dedicada al convento de las Descalzas Reales de Madrid, donde hoy se pueden ver los originales.
En 1626, al poco de regresar de París, Rubens y su familia abandonan Amberes ya que la ciudad sufre una epidemia de peste. Se retiran a Laeken donde poseen una casa de campo, pero Isabella fallece, dejando al pintor viudo y con dos hijos. La pérdida de la esposa le produjo un gran dolor y, posiblemente para olvidar, no dudó en participar en las misiones diplomáticas que le llevarían a España e Inglaterra con el objetivo de que ambos países alcanzaran la paz y se pusiera fin al conflicto que desangraba la economía y las vidas de un buen número de hombres y mujeres de los Países Bajos. Bien es cierto que las conversaciones para alcanzar la paz se habían llevado de manera secreta entre Rubens y Gerbier, un pintor flamenco de la confianza del duque de Buckingham, desde hacía un tiempo pero la oposición del
conde-duque de Olivares a poner fin a las hostilidades acabó con estas iniciales conversaciones en papel mojado.
Pero a principios del año 1628 don Ambrosio de Spinola convencía a Felipe IV para que se retomaran las conversaciones, aunque el monarca no confiara en un principio en el pintor para tan alta empresa. La llegada de Rubens a Madrid en el mes de agosto provocaría un cambio en la actitud del rey, nombrando a Rubens Secretario del Consejo de Flandes y confiándole las negociaciones con Inglaterra. La estancia del maestro flamenco en la corte española le permitió reencontrarse con la obra de Tiziano y copiar todos los cuadros que poseía la casa real hispánica, según nos narra
Pacheco. Este reencuentro con el arte del veneciano permitirá que se produzca un cambio decisivo en la pintura de Rubens, abandonando las formas escultóricas de las obras anteriores para interesarse por un mundo en el que la luz y el color ocupan ahora un papel determinante.
Antes de marcharse a Londres, en abril de 1629, también tuvo oportunidad de realizar algunos trabajos, como los retratos ecuestres de
Felipe IV y Felipe II o la Inmaculada Concepción para el marqués de Leganés que hoy conserva el Museo del Prado. Durante esta estancia madrileña, Rubens coincidió con el joven Velázquez y fue uno de los impulsores de que el sevillano realizara su inmediato viaje a Italia para ampliar sus conocimientos artísticos.
En Londres permaneció un periodo de diez meses pero apenas tuvo tiempo para trabajar, a pesar de que Carlos I era un gran amante de la pintura. Recibió todo tipo de honores, entre los que se incluye un doctorado por la universidad de Cambridge, visitó la colecciones de arte y estrechó contactos con anticuarios y humanistas. Cansado de pasar tanto tiempo fuera de casa - "más que ninguna otra cosa en el mundo desearía volver a mi casa y quedarme allí para el resto de mi vida" escribió a su amigo Gevaerts- y con sus deberes diplomáticos casi resueltos -el tratado se firmaría ese mismo año de 1630- embarcó en Dover el 23 de marzo, poniendo fin a su etapa de grandes viajes, habiendo cumplido sus objetivos, tanto personales -fue nombrado caballero por los reyes de España e Inglaterra- como diplomáticos.
Un vez en Amberes solicita a la archiduquesa Isabel "como única recompensa a todos mis servicios, que me eximiera de nuevas misiones y me dejara servirla desde mi propia casa. De cuantos favores me ha concedido éste ha sido el que más trabajo me costó obtener". Conseguido esto, su objetivo inmediato será encontrar esposa: "una mujer joven de una familia honrada pero burguesa, pues nadie puede intentar convencerme de que haga una boda cortesana. Me asusta el orgullo, un vicio inherente a la nobleza y en especial en aquel sexo, y por ello quiero elegir a alguien que no se avergüence de verme coger los pinceles. Y a decir verdad, me resultaría difícil cambiar el tesoro de mi libertad por los abrazos de una mujer vieja". La elegida será
Hélène Fourment, de dieciséis años, hija de un próspero comerciante de sedas y tapices con el que Rubens tenía una estrecha amistad.
Este matrimonio con la joven Hélène supondrá una especie de tónico para el maduro pintor, insuflándole ganas de vivir. Del matrimonio nacerán cinco hijos: Clara Johanna, Frans, Isabella Hélène, Peter Paul y Constancia Albertina, esta última nacida póstumamente.
Hélène se convertirá desde ese momento en la principal modelo para el pintor, tanto para las santas como para las Venus. La felicidad conyugal que vive el artista se expresa en cuadros como el
Jardín del amor del Museo del Prado o los numerosos retratos protagonizados por su esposa, algunos de ellos acompañada de sus hijos.
Uno de los últimos encargos realizados por la archiduquesa Isabel Clara Eugenia será el
Tríptico de San Ildefonso para la iglesia de Santiago de Coudenberg de Bruselas. La gobernadora falleció en diciembre de 1633, siendo sustituida en el cargo por el cardenal-infante don Fernando de Austria, hermano menor de Felipe IV. El Concejo de la ciudad de Amberes invitó al nuevo gobernador a que hiciera una entrada triunfal en la villa, siendo Rubens el encargado de organizar los preparativos. En los trabajos de la "Pompa Introitus Ferdinandi" participaron todos los artistas anturpienses -excepto Crayer y Van Dyck- engalanándose la ciudad con cinco arcos triunfales y cuatro tablados que fueron admirados por don Fernando el 17 de abril de 1635, en un recorrido por las calles que duró unas dos horas. Rubens entrará al servicio del nuevo gobernador y le hará un espectacular retrato ecuestre que hoy conserva el Museo del Prado.
Sus últimos trabajos para las monarquías europeas estarán relacionados con la Península Ibérica y las Islas Británicas e Inglaterra. Para el rey Carlos I de Inglaterra pintó la decoración del
techo de la Banqueting House en el Palacio de Whitehall de Londres, sala que estaría dedicada a exaltar el reinado del difunto Jacobo I. Para Felipe IV de España realiza una de sus decoraciones más importantes: la serie para la Torre de la Parada, pabellón de caza situado en el monte de El Pardo, las cercanías de Madrid. Se le encargaron unos 120 lienzos, de los que 63 tenían como temática la mitología mientras que los demás eran asuntos de cacería, que fueron derivados por Rubens a sus "especialistas": Paul de Vos y Peter Snayers. Los mayoría de los lienzos de la Torre de la Parada se perdieron en 1710, debido al saqueo del pabellón por parte de las tropas del archiduque Carlos durante la Guerra de Sucesión. De la decoración original sólo se conservan unos cuarenta cuadros, de los que 14 son de asunto mitológico, inspirados éstos en la "Metamorfosis" de Ovidio. Rubens se limitó a pintar los bocetos -los realizó aproximadamente en dos meses- que fueron pasados a lienzo por sus ayudantes Erasmus Quellinus, Theodor van Thulden, Jan Cossiers, Cornelis de Vos y Jacob Jordaens, retocando con sus propias manos estos trabajos antes de enviarlos a Madrid. Los ataques de gota eran cada vez más frecuentes en estos años, por lo que se vería obligado a delegar buena parte del trabajo en el taller en estos últimos tiempos.
Hastiado del mundo de la corte y deseando "llevar una vida tranquila junto a mi mujer y mis hijos y no desear otra cosa en el mundo más que vivir en paz" Rubens compra el castillo de Het Steen, en las cercanías de Amberes, y pasa allí cada vez más tiempo, pintando paisajes para su propio goce y disfrute, delegando el trabajo y la organización del taller a Lucas Fayd´herbe. En una carta escrita a su buen amigo Peiresc dice "ahora hace ya tres años que, por la gracia divina, he conseguido recuperar la paz de espíritu tras renunciar a cualquier ocupación distinta a mi amada profesión (...) Me veía perdido en aquel laberinto, acosado día y noche por una sucesión sin fin de preocupaciones urgentes, lejos de casa durante largos meses y obligado a permanecer continuamente en la Corte".
Curiosamente, esta última etapa de felicidad y tranquilidad será en la que pinte sus obras religiosas más violentas y crueles, como podemos observar en el
Martirio de San Livinio de los Musées Royaux des Beaux Arts de Bruselas.
El último trabajo realizado por Rubens sería el lienzo de
Andrómeda y Perseo que conserva el Museo del Prado, obra que dejó sin terminar ya que le sorprendió la muerte mientras trabajaba en él. Rubens fallecía en su casa de Amberes el 30 de mayo de 1640, a punto de cumplir los 63 años. El Barroco había perdido al pintor que mejor interpretaría sus premisas, resultando su influencia avasalladora, tanto por la amplia cantidad de artistas que acudieron a su taller como por los grabados que se realizaron de su obra, llegando a todas las cortes europeas y convirtiéndose en pieza fundamental para el aprendizaje de los jóvenes artistas.

sábado, 7 de julio de 2012

Pinturas e historias 1: Rembrandt (1606-69) y Susana acusada de adulterio

Mientras Susana procedía a su aseo diario fue sorprendida por dos ancianos que la espiaban desde unos arbustos. Los viejos hicieron proposiciones deshonestas a la hermosa mujer, amenazándola de muerte si no se plegaba a sus deseos. Susana no cedió al chantaje y fue acusada de adulterio por los ancianos, siendo salvada por Daniel gracias a la iluminación divina. Los ancianos fueron ejecutados por su falsa acusación. Esta historia ha sido interpretada por Rembrandt en más de una ocasión al tratarse de una perfecta excusa para representar una figura femenina desnuda. La hermosa dama aparece en el momento de descubrir a los ancianos, sentada sobre sus ropas y tapando sus encantos. Entre los matorrales el maestro ha situado a los dos viejos, disimulados de tal manera que apenas podemos apreciarles. La mujer recibe un fuerte foco de luz procedente de la izquierda que también ilumina las ricas telas, creando un sensacional efecto atmosférico que recuerda a Tiziano.Rembrandt se ha inspirado en una estampa grabada de Rubens y en las obras de su maestro Pieter Lastman. Evidentemente ha introducido modificaciones, siendo la más atractiva la postura de sus piernas, apoyando su pie derecho sobre la zapatilla que queda cerrada, indicando la castidad. El zapato es un símbolo de los órganos sexuales femeninos en el siglo XVII. Otra novedad es la manera rápida y vigorosa de aplicar el óleo, apreciándose las pinceladas en algunas zonas de la tabla.La composición se abre en la zona derecha con unas arquitecturas que indican el elevado nivel de vida de Susana, resaltando con la característica luz dorada el brillo de las piedras o del agua. Como el genio de la iluminación que es, Rembrandt nos ofrece una magnífica estampa de la castidad femenina, siendo la moraleja que la confianza en Dios hace triunfar sobre la maldad.