El destino los unió y Destino, el cortometraje que nunca terminaron, estuvo a punto de separarlos para siempre. La fascinación por la creatividad y el incipiente mundo de la infografía cruzó los caminos de dos iconos del siglo XX. Walt Disney y Salvador Dalí eran la noche y el día en sus planteamientos y en su personalidad, pero se admiraron y mantuvieron el contacto hasta que la muerte los separó.
La exposición Disney y Dalí, arquitectos de la imaginación, abierta hasta el 3 de enero próximo en el Museo Familiar de Walt Disney, en San Francisco, desvela cómo fue su relación, de profunda amistad y admiración artística, que comenzó con una carta de Disney pidiéndole al artista un autógrafo para un ejemplar de su biografía. En la siguiente, lo invitó a conocer sus estudios en Los Ángeles. Tras el cortejo epistolar y varias visitas del catalán a los platós en la Costa Oeste, previo paso por San Francisco para verse con Hitchcock (con el que colaboró en el sueño de Recuerda, de 1945), Dalí y Disney concretaron verse después de que el pintor pasase unos días con los hermanos Marx.
El artista catalán llevaba tiempo inmerso en el surrealismo. La colaboración con el cine de Buñuel y su contacto con los poetas franceses le habían despertado el apetito por las nuevas técnicas de animación. Disney, tras unos primeros éxitos de taquilla, buscó perfeccionar la profundidad de campo con nuevos instrumentos ideados por él mismo. Blancanieves fue la primera película multiplano; también su primer largometraje. Creó el equivalente a la cadena de montaje de Ford en el mundo de la animación: toda una nave de amanuenses dando color en acetatos.
La primera cita de ambos fue tan solo una charla; en la segunda ya hablaron de Destino. La siguiente vez, Dalí se quedó varias semanas en Los Ángeles y se pensó en el guion. Ahí llegó la primera divergencia. Mientras que el estadounidense lo veía como un clásico “chico conoce chica”, Dalí lo definió ante los medios como una lucha de equilibrios, fuerzas y atracciones que a los ojos del dibujante no eran tales. Disney le ofreció a Dalí no solo su equipo, sino a su mano derecha, su dibujante predilecto, John Hench.
Poco antes de conocerse, el animador había tomado a lo más granado de su estudio para hacer un tour por América Latina, buscando inspiración. La gira duró solo seis semanas y cambió la visión de los argumentos. De ahí, nacieron Saludos amigos y Los tres caballeros. A Dalí se le pidió que, de cuando en cuando, se prestase a encuentros y debates con los creativos de la casa. Para entonces, Hench se había convertido en su máximo admirador y discípulo.
Tras su colaboración, se cambiaron por completo los escenarios y, sobre todo, potenció la influencia surrealista. La Cenicienta (1950), Alicia en el país de las maravillas(1951) y Peter Pan (1953) no se entienden sin esta relación. “Ni Dumbo, con sus elefantes psicodélicos”, insiste Ted Nicolau, comisario de la muestra.
Curiosidades
Por el pabellón, dividido en dos plantas, se siguen ambas líneas temporales, en las que se descubren los hitos de vidas paralelas y entrelazadas. En total, más de 150 esbozos de ambos artistas, carteles, lienzos, curiosidades, como el que ocuparan cada uno la portada de la revista Time con un año de diferencia.
Pasaron tres años y Destino, que se suponía un corto sencillo, nunca estaba listo. La paciencia y las cuentas del mecenas comenzaban a desgastarse. Cada día eran nuevos los recursos que quería añadir el catalán. Al padre de Mickey Mouse le terminó por desesperar su incipiente obsesión por los deportes de Estados Unidos, especialmente por las poses de los jugadores de béisbol. El proyecto quedó olvidado en un cajón y la relación entre ambos se enfrió.
Fue de nuevo Disney el que le escribió, demandando un autógrafo en un Macbeth ilustrado por el de Cadaqués. Dalí contestó con el autógrafo y una plumilla con un Quijote cabalgando cabizbajo, una pista y una mano tendida. Bastó para reactivar los lazos. En 1957, el matrimonio Disney pasó unos días en Cadaqués. Compartieron historias sobre su afición a la pesca y discutieron planes para hacer una película basada en el personaje de Cervantes. Ese sueño nunca se materializó, aunque Dalí llegó a mandar una nota de prensa.
Disney murió en 1966. El pintor, tres años menor, falleció en 1989. Destino estuvo en el limbo hasta que Hench, con la espina clavada, convenció a Roy Disney, sobrino del creador y su sucesor a los mandos de la empresa, para retomar el proyecto. El corto fue nominado a los Oscar en 2003 como mejor pieza de animación y se paseó por festivales internacionales. Un año después, Hench murió con la misión cumplida.
El director de cine de terror y fantástico Ted Nicolau ha sido el encargado de hacer realidad esta exposición, una idea que se fraguó en 2007, cuando se reeditó Fantasía en DVD. “La película bebe mucho de esta relación. Vimos que la intrahistoria era fenomenal. Se podía seguir perfectamente la colaboración personal y la estrecha amistad que tuvieron a través de Destino, así que incluimos un documental y el propio corto”.
Pixar, el estudio ideado por John Lasseter y Steve Jobs para renovar por completo el género de animación, es hoy propiedad del imperio cuya cara más visible es Mickey Mouse. “Habría sido la herramienta perfecta para los sueños de Dalí; todo el potencial y expresividad de los nuevos tiempos con su imaginación. Un Destino con el poder de Pixar sería el sueño de Dalí”, fantasea el comisario.
La muestra, generosa, inmersiva, rica en detalles —organizada por la Fundación Dalí y el Museo Familiar de Disney— ilustra con aplicación móvil incluida (esto es Silicon Valley) esa relación de amistad, subrayando los perfiles que unieron a ambos y que el Museo Nacional Reina Sofía también apuntó en la gran exposición que dedicó a Dalí en 2013 y en otra muestra del Museo Dalí de Figueres en 2010. La muestra de San Francisco se desmontará en enero para recalar en la americana San Petersburgo, en Florida, en el Museo Dalí de esa ciudad.
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/08/13/actualidad/1439495755_793752.html
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