Centuria del arte moderno
Pocos términos hay tan resbaladizos como “moderno”. Es tan correcto sostener que Leonardo da Vinci fue un protagonista activo del mundo “moderno”, como decir que lo fue Picasso, o que lo es Martin Creed.
Susana Pérez Tort Crítica de Arte
Cien años de arte moderno
¿Qué es ser moderno?
Pocos términos hay tan resbaladizos como "moderno". Es tan correcto sostener que Leonardo da Vinci fue un protagonista activo del mundo "moderno", como decir que lo fue Picasso, o que lo es Martin Creed. Si moderno es lo reciente, lo nuevo, la actitud experimental de quien mira hacia delante, entonces cada uno de estos emblemáticos artistas, cada cual en su respectiva hora histórica, han sido o son "modernos".
Con la voz "moderno" sucede lo mismo que con el término "barroco". Uno y otro pueden usarse para calificar cosas o momentos históricos diferentes y aún así usarse con precisión semántica Si moderno es lo nuevo, lo que está sucediendo o acaba de suceder, es lógico que hayamos adjetivado de "moderna" a aquella Europa que en el 1400 estrenaba una cultura nueva, que renovaba de tal modo el rostro de la vieja Europa, que bien denominamos: moderna. Así pues podemos sostener que Leonardo fue uno de los protagonistas de ese tiempo de novedad tras novedad que dio su perfil a lo que hoy llamamos Edad Moderna, época en la que se ingresa en la Modernidad. Allí en el tan pretérito siglo XV.
Nacida la Edad Moderna bajo la luz del progreso material e intelectual, iluminada por la razón, por nuevas tecnologías, por un nuevo mapa geopolítico, por una nueva concepción del hombre y del cosmos, por una nueva economía y una nueva moral, es lógico que nos refiramos a ella como moderna ya que pocas veces antes se había consolidado en tan poco tiempo un escenario semejante.
¿Pero como llamar entonces a los protagonistas de otro cambio igualmente fundante, aquellos que hacia la segunda década del siglo XIX profundizaron aún más aquella Modernidad y dieron lugar a la revolución industrial, tecnológica, política, filosófica y científica en la que un cambio tras otro cambio dieron a Occidente su nuevo perfil? También aquellos fueron "modernos" y gestores de lo que convenimos en llamar "modernismo". Los primeros modernos (los del 1400) construyeron aquella primera gesta de modernización que "superaba" al pasado medieval, éstos modernos (los del siglo XIX) consolidaban una misma confianza en el mañana, en el progreso material, en la seguridad de las cosas. Profundizaron el programa de Occidente, ahora a las puertas de un flamante siglo XX.
Moderno Leonardo, moderno Picasso...¿Moderno un artista conceptual como Martin Creed, o acaso conviene que le llamemos posmoderno?
Si moderno es lo nuevo, lo reciente, lo que acontece (entendido como adjetivo)...pues entonces podemos adjetivar como "modernos" aún a los fenómenos o personas que protagonizan este mundo de hoy al que llamamos sin embargo Posmoderno. (Pos-moderno porque se supone vivimos un paradigma que ha dejado atrás o cuestionado al menos el paradigma de la Modernidad). Llegamos así a un contrasentido: la Posmodernidad es moderna, porque acaece ahora, porque es actual. Otra trampa del lenguaje: podríamos decir, sin faltar a la verdad histórica, que en el 2005 celebramos el centenario del nacimiento del arte moderno (de las vanguardias ), pero también podemos decir que se celebraron cien años de arte moderno en 1520, al cumplirse el centenario de la realización de la cúpula de Santa María del Fiore, la catedral de Florencia, obra "moderna" de Brunelleschi, quien en 1420 dejaba atrás las formas de la arquitectura medieval...pero ¡oh paradoja! se supone fue el Abad Suger quien bautizó a la flamante Basílica de St. Denis (que puede considerarse la primer joya de la arquitectura gótica medieval, como portadora de formas "modernas" refiriéndose en ese caso a la ojiva medieval . Claro St Denis luego de su reforma resultó "moderna" comparada con su original alzado románico...Entonces Suger llama "modernas" a las ojivas y Brunelleschi es un "moderno" por dejar de usarlas...¿Y si en la misma Edad Media se acuña el término moderno...qué lugar le quedará a los siglos que le siguen que instauran la Edad Moderna? Menudo lío.
Cien años de arte moderno
Pero sin retrotraerse tanto en el tiempo y en los laberintos semánticos de la historia, convenimos que en el imaginario colectivo son los "tiempos modernos" de los albores del siglo XX (aquellos que parodiaba Chaplin) los que se relacionan con el espíritu moderno y el término "moderno", más que las anteriores acepciones del mismo término. Para el gran público seguramente es más fácil asociar con lo moderno a Picasso que a Leonardo.
Moderno es por cierto aquel vértigo de renovación, acción y actitud experimental que se vivió en las últimas décadas del siglo XIX (como en las anteriores) y que se consolidó (fundamentalmente en el arte) en 1905, cien años atrás.
Un nuevo escenario se abría a las puertas del siglo XIX. En el término de cincuenta años elespíritu positivista abre las puertas al nacimiento de la litografía, la fotografía y más tarde el cine revolucionan el universo de la imagen. La comunicación accede a un nuevo umbral con el telégrafo y el teléfono. Las distancias se acortan con los motores, el tendido del ferrocarril y del tren subterráneo. La energía y la luz eléctrica cambian el mundo laboral, las hábitos, los nuevos inventos y las nuevas perspectivas científicas y filosóficas alumbran una nueva percepción de la realidad. En el arte, Romanticismo y Realismo dan lugar al empirismo Impresionista.
¿Qué le siguió a aquel brote de modernismo que fue el Impresionismo? Pues le siguieron instancias de dudas, vueltas atrás, cabildeos en torno al desafío de un mañana incierto o la seguridad de un regreso a las fuentes del clasicismo (léase prerafaelistas, simbolistas, nabís). Marshall Berman nos aclara ciertamente el panorama cuando define: "ser moderno es encontrarnos en un medio ambiente que nos promete aventura, poder, alegría crecimiento... transformación de nosotros mismos y del mundo y que al mismo tiempo amenaza con destruir todo lo que tenemos, lo que sabemos, lo que somos." (2) . Su definición del espíritu moderno nos muestra cómo en uno u otro tiempo de la historia ser moderno significa confiar en lo nuevo, aún a expensas de las seguridades, tradiciones y aprendizajes que esa novedad pueda arrasar consigo. No todos los impresionistas siguieron adelante con lo que el movimiento pretendía - Renoir atravesó su "período Ingresco", a Manet le costaba desprenderse del negro, Degas y Toulouse Lautrec sintieron la tentación de apoyarse en una temática que comunicara al espectador algo más que solamente efectos de luz - mientras que Monet y Seurat se apoyaron en el Impresionismo más ortodoxo conscientes de que llevándolo a su última expresión alcanzarían la novedad que buscaban. En las últimas series de Monet y las últimas pinturas de Seurat hallamos el germen de la abstracción. Fueron los modernos del impresionismo.
Si en 1905 - el mismo año en que se enuncia la Teoría de la Relatividad de Einstein y que Freud publica "Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad" - se oyen las primeras voces de Expresionismo y de Fauvismo éstas tuvieron su antecedente en otros dos abanderados de la generación anterior: los precedieron los"gritos" proferidos por Munch y Van Gogh, mientras que la planimetría, la intensidad y libertad cromática de los Fauve tenía como antecedente a Gauguin. Los Post-Impresionistas tendían su mano al espíritu moderno que, impelido por el universo de cambios que se abría en la sociedad, en la ciencia, en la técnica, en la industria, sintieron el eco de ese medio ambiente que les prometía poder, alegría crecimiento...transformación de ellos mismos y del mundo y que al mismo tiempo los amenazaba con destruir todo lo que tenían , lo que sabían, lo que eran.
Hace cien años irrumpían en las muestras y salones las pinturas expresionistas y fauves y sólo dos años más tarde en 1907 Picasso -que había asistido como Braque la muestra retrospectiva de Cèzanne - pintaría sus "Señoritas de Avignon", nacía el cubismo. Claro interrumpían una tradición occidental que se había iniciado en Europa con otro momento de modernidad: aquel 1400 en el que se forjaba el molde artístico que habría de dominar Europa, y mucho más allá de Europa a todos sus dominios coloniales, colonias culturales también. . Vuelta a las fuentes. El modernismo del siglo XX y sus vanguardias forjan un sentido de la belleza nuevo, pero que comulga con el sentido de la belleza medieval - que en el 1400 había quedado "superado" - con el sentido de la belleza de los muchos pueblos nativos americanos, con las estéticas africanas, polinesias, orientales. . No es casual que Matisse, Marc y Picasso sintieran la misma atracción por el Africa, por sus textiles, por la fuerza de sus tallas. No es casual que a Gauguin lo imantara la virginidad de las islas del Pacífico.
La Europa Moderna había coincidido en un solo rostro para la belleza: el del realismo, el antropocentrismo, la narración, la representación, la belleza entendida como orden, proporción y armonía; entendidas con distintos tintes, pero siempre realismo, antropocentrismo, narración, representación, orden, proporción y armonía al fin, y el soporte de la obra entendido como cuadro o escultura de pedestal..
En 1905 en realidad no acontece nada "nuevo", la novedad en tal caso es el permiso que se dio una generación para -cito nuevamente a Berman - dejarse llevar por el fluido del medio ambiente positivista del comienzo del siglo XX, y transformarse y transformar el arte aún a costas de dejar atrás todo lo que sabían, tenían y eran.
Así lo hicieron Matisse, Vlaminck, Duffy, Rouault. Así lo hicieron Beckman, Dix, Kokoshka, Kirchner, Nolde, Ensor, como los que adherirán a una y otra tendencia. Así lo hacía el joven malagueño que pintaba mendigos parisinos en azul y madonas y gente de circo en rosas, también por esos días y que pintaría aquellas "señoritas" sólo dos años después (Pablo Picasso). Hoy aquellas vanguardias que ya cumplen cien años tienen un cuño propio, pero en aquellos años de efervescencia modernista " expresionismo2 era el término genérico con el que - según Luis Felipe Noé - se distinguían las nuevas corrientes estéticas que despuntaban con el siglo, las mismas que rompieron con la figuración y dieron lugar a la independencia de la obra de los moldes de la realidad fenoménica, conquista evidentemente moderna, superada o postergada por nuevas conquistas posmodernas.
La herencia de 1905
Se equivocó la paloma decía Alberti en sus versos y se equivocó aquel crítico que fustigó a los primeros Fauves al declarar a "Donatello en medio de las fieras". No estaban aquellos modernos en medio de las fieras, estaban simplemente saliendo del sueño aterciopelado del realismo (delicioso por cierto), del opio acariciante del arte narrativo (exquisito por cierto), de la tiranía de la representación más o menos fidedigna de la realidad fenoménica (con un legado igualmente invalorable por cierto), de las leyes de la perspectiva y de los cuadros y esculturas que eran réplicas más o menos exactas de la imagen de los fenómenos (agradecidos por semejante herencia).
Pero el llamado de un nuevo mundo, nuevamente moderno, exigió un giro artístico semejante al giro artístico que dejó atrás la estética medieval para abrazar la Moderna. Modernos unos y otros. De estos últimos que cantaron al vértigo modernista nos separa ya un siglo, ya no son modernos, son parte del pasado. Paradojas de la lengua.
El presente nos despertará seguramente - con el arte de conceptos y con las estéticas electrónicas no matéricas de hoy- de otro sueño: el dejar de considerar que el arte debe ser un lienzo que se compra y que se vende, un artefacto, y alcanzaremos también seguramente el umbral de un arte que sea idea, símbolo, gesto, acción, imagen pura. Quizá sea ese el desafío de este desteñido siglo XXI. Crisis posmoderna. Pastiches historicistas, arte de superficie (al decir de Jameson) apropiaciones, réplicas de un pasado moderno que floreció cien años atrás y se extinguió.
Pocos términos hay tan resbaladizos como “moderno”. Es tan correcto sostener que Leonardo da Vinci fue un protagonista activo del mundo “moderno”, como decir que lo fue Picasso, o que lo es Martin Creed.
Susana Pérez Tort Crítica de Arte
Cien años de arte moderno
¿Qué es ser moderno?
Pocos términos hay tan resbaladizos como "moderno". Es tan correcto sostener que Leonardo da Vinci fue un protagonista activo del mundo "moderno", como decir que lo fue Picasso, o que lo es Martin Creed. Si moderno es lo reciente, lo nuevo, la actitud experimental de quien mira hacia delante, entonces cada uno de estos emblemáticos artistas, cada cual en su respectiva hora histórica, han sido o son "modernos".
Con la voz "moderno" sucede lo mismo que con el término "barroco". Uno y otro pueden usarse para calificar cosas o momentos históricos diferentes y aún así usarse con precisión semántica Si moderno es lo nuevo, lo que está sucediendo o acaba de suceder, es lógico que hayamos adjetivado de "moderna" a aquella Europa que en el 1400 estrenaba una cultura nueva, que renovaba de tal modo el rostro de la vieja Europa, que bien denominamos: moderna. Así pues podemos sostener que Leonardo fue uno de los protagonistas de ese tiempo de novedad tras novedad que dio su perfil a lo que hoy llamamos Edad Moderna, época en la que se ingresa en la Modernidad. Allí en el tan pretérito siglo XV.
Nacida la Edad Moderna bajo la luz del progreso material e intelectual, iluminada por la razón, por nuevas tecnologías, por un nuevo mapa geopolítico, por una nueva concepción del hombre y del cosmos, por una nueva economía y una nueva moral, es lógico que nos refiramos a ella como moderna ya que pocas veces antes se había consolidado en tan poco tiempo un escenario semejante.
¿Pero como llamar entonces a los protagonistas de otro cambio igualmente fundante, aquellos que hacia la segunda década del siglo XIX profundizaron aún más aquella Modernidad y dieron lugar a la revolución industrial, tecnológica, política, filosófica y científica en la que un cambio tras otro cambio dieron a Occidente su nuevo perfil? También aquellos fueron "modernos" y gestores de lo que convenimos en llamar "modernismo". Los primeros modernos (los del 1400) construyeron aquella primera gesta de modernización que "superaba" al pasado medieval, éstos modernos (los del siglo XIX) consolidaban una misma confianza en el mañana, en el progreso material, en la seguridad de las cosas. Profundizaron el programa de Occidente, ahora a las puertas de un flamante siglo XX.
Moderno Leonardo, moderno Picasso...¿Moderno un artista conceptual como Martin Creed, o acaso conviene que le llamemos posmoderno?
Si moderno es lo nuevo, lo reciente, lo que acontece (entendido como adjetivo)...pues entonces podemos adjetivar como "modernos" aún a los fenómenos o personas que protagonizan este mundo de hoy al que llamamos sin embargo Posmoderno. (Pos-moderno porque se supone vivimos un paradigma que ha dejado atrás o cuestionado al menos el paradigma de la Modernidad). Llegamos así a un contrasentido: la Posmodernidad es moderna, porque acaece ahora, porque es actual. Otra trampa del lenguaje: podríamos decir, sin faltar a la verdad histórica, que en el 2005 celebramos el centenario del nacimiento del arte moderno (de las vanguardias ), pero también podemos decir que se celebraron cien años de arte moderno en 1520, al cumplirse el centenario de la realización de la cúpula de Santa María del Fiore, la catedral de Florencia, obra "moderna" de Brunelleschi, quien en 1420 dejaba atrás las formas de la arquitectura medieval...pero ¡oh paradoja! se supone fue el Abad Suger quien bautizó a la flamante Basílica de St. Denis (que puede considerarse la primer joya de la arquitectura gótica medieval, como portadora de formas "modernas" refiriéndose en ese caso a la ojiva medieval . Claro St Denis luego de su reforma resultó "moderna" comparada con su original alzado románico...Entonces Suger llama "modernas" a las ojivas y Brunelleschi es un "moderno" por dejar de usarlas...¿Y si en la misma Edad Media se acuña el término moderno...qué lugar le quedará a los siglos que le siguen que instauran la Edad Moderna? Menudo lío.
Cien años de arte moderno
Pero sin retrotraerse tanto en el tiempo y en los laberintos semánticos de la historia, convenimos que en el imaginario colectivo son los "tiempos modernos" de los albores del siglo XX (aquellos que parodiaba Chaplin) los que se relacionan con el espíritu moderno y el término "moderno", más que las anteriores acepciones del mismo término. Para el gran público seguramente es más fácil asociar con lo moderno a Picasso que a Leonardo.
Moderno es por cierto aquel vértigo de renovación, acción y actitud experimental que se vivió en las últimas décadas del siglo XIX (como en las anteriores) y que se consolidó (fundamentalmente en el arte) en 1905, cien años atrás.
Un nuevo escenario se abría a las puertas del siglo XIX. En el término de cincuenta años elespíritu positivista abre las puertas al nacimiento de la litografía, la fotografía y más tarde el cine revolucionan el universo de la imagen. La comunicación accede a un nuevo umbral con el telégrafo y el teléfono. Las distancias se acortan con los motores, el tendido del ferrocarril y del tren subterráneo. La energía y la luz eléctrica cambian el mundo laboral, las hábitos, los nuevos inventos y las nuevas perspectivas científicas y filosóficas alumbran una nueva percepción de la realidad. En el arte, Romanticismo y Realismo dan lugar al empirismo Impresionista.
¿Qué le siguió a aquel brote de modernismo que fue el Impresionismo? Pues le siguieron instancias de dudas, vueltas atrás, cabildeos en torno al desafío de un mañana incierto o la seguridad de un regreso a las fuentes del clasicismo (léase prerafaelistas, simbolistas, nabís). Marshall Berman nos aclara ciertamente el panorama cuando define: "ser moderno es encontrarnos en un medio ambiente que nos promete aventura, poder, alegría crecimiento... transformación de nosotros mismos y del mundo y que al mismo tiempo amenaza con destruir todo lo que tenemos, lo que sabemos, lo que somos." (2) . Su definición del espíritu moderno nos muestra cómo en uno u otro tiempo de la historia ser moderno significa confiar en lo nuevo, aún a expensas de las seguridades, tradiciones y aprendizajes que esa novedad pueda arrasar consigo. No todos los impresionistas siguieron adelante con lo que el movimiento pretendía - Renoir atravesó su "período Ingresco", a Manet le costaba desprenderse del negro, Degas y Toulouse Lautrec sintieron la tentación de apoyarse en una temática que comunicara al espectador algo más que solamente efectos de luz - mientras que Monet y Seurat se apoyaron en el Impresionismo más ortodoxo conscientes de que llevándolo a su última expresión alcanzarían la novedad que buscaban. En las últimas series de Monet y las últimas pinturas de Seurat hallamos el germen de la abstracción. Fueron los modernos del impresionismo.
Si en 1905 - el mismo año en que se enuncia la Teoría de la Relatividad de Einstein y que Freud publica "Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad" - se oyen las primeras voces de Expresionismo y de Fauvismo éstas tuvieron su antecedente en otros dos abanderados de la generación anterior: los precedieron los"gritos" proferidos por Munch y Van Gogh, mientras que la planimetría, la intensidad y libertad cromática de los Fauve tenía como antecedente a Gauguin. Los Post-Impresionistas tendían su mano al espíritu moderno que, impelido por el universo de cambios que se abría en la sociedad, en la ciencia, en la técnica, en la industria, sintieron el eco de ese medio ambiente que les prometía poder, alegría crecimiento...transformación de ellos mismos y del mundo y que al mismo tiempo los amenazaba con destruir todo lo que tenían , lo que sabían, lo que eran.
Hace cien años irrumpían en las muestras y salones las pinturas expresionistas y fauves y sólo dos años más tarde en 1907 Picasso -que había asistido como Braque la muestra retrospectiva de Cèzanne - pintaría sus "Señoritas de Avignon", nacía el cubismo. Claro interrumpían una tradición occidental que se había iniciado en Europa con otro momento de modernidad: aquel 1400 en el que se forjaba el molde artístico que habría de dominar Europa, y mucho más allá de Europa a todos sus dominios coloniales, colonias culturales también. . Vuelta a las fuentes. El modernismo del siglo XX y sus vanguardias forjan un sentido de la belleza nuevo, pero que comulga con el sentido de la belleza medieval - que en el 1400 había quedado "superado" - con el sentido de la belleza de los muchos pueblos nativos americanos, con las estéticas africanas, polinesias, orientales. . No es casual que Matisse, Marc y Picasso sintieran la misma atracción por el Africa, por sus textiles, por la fuerza de sus tallas. No es casual que a Gauguin lo imantara la virginidad de las islas del Pacífico.
La Europa Moderna había coincidido en un solo rostro para la belleza: el del realismo, el antropocentrismo, la narración, la representación, la belleza entendida como orden, proporción y armonía; entendidas con distintos tintes, pero siempre realismo, antropocentrismo, narración, representación, orden, proporción y armonía al fin, y el soporte de la obra entendido como cuadro o escultura de pedestal..
En 1905 en realidad no acontece nada "nuevo", la novedad en tal caso es el permiso que se dio una generación para -cito nuevamente a Berman - dejarse llevar por el fluido del medio ambiente positivista del comienzo del siglo XX, y transformarse y transformar el arte aún a costas de dejar atrás todo lo que sabían, tenían y eran.
Así lo hicieron Matisse, Vlaminck, Duffy, Rouault. Así lo hicieron Beckman, Dix, Kokoshka, Kirchner, Nolde, Ensor, como los que adherirán a una y otra tendencia. Así lo hacía el joven malagueño que pintaba mendigos parisinos en azul y madonas y gente de circo en rosas, también por esos días y que pintaría aquellas "señoritas" sólo dos años después (Pablo Picasso). Hoy aquellas vanguardias que ya cumplen cien años tienen un cuño propio, pero en aquellos años de efervescencia modernista " expresionismo2 era el término genérico con el que - según Luis Felipe Noé - se distinguían las nuevas corrientes estéticas que despuntaban con el siglo, las mismas que rompieron con la figuración y dieron lugar a la independencia de la obra de los moldes de la realidad fenoménica, conquista evidentemente moderna, superada o postergada por nuevas conquistas posmodernas.
La herencia de 1905
Se equivocó la paloma decía Alberti en sus versos y se equivocó aquel crítico que fustigó a los primeros Fauves al declarar a "Donatello en medio de las fieras". No estaban aquellos modernos en medio de las fieras, estaban simplemente saliendo del sueño aterciopelado del realismo (delicioso por cierto), del opio acariciante del arte narrativo (exquisito por cierto), de la tiranía de la representación más o menos fidedigna de la realidad fenoménica (con un legado igualmente invalorable por cierto), de las leyes de la perspectiva y de los cuadros y esculturas que eran réplicas más o menos exactas de la imagen de los fenómenos (agradecidos por semejante herencia).
Pero el llamado de un nuevo mundo, nuevamente moderno, exigió un giro artístico semejante al giro artístico que dejó atrás la estética medieval para abrazar la Moderna. Modernos unos y otros. De estos últimos que cantaron al vértigo modernista nos separa ya un siglo, ya no son modernos, son parte del pasado. Paradojas de la lengua.
El presente nos despertará seguramente - con el arte de conceptos y con las estéticas electrónicas no matéricas de hoy- de otro sueño: el dejar de considerar que el arte debe ser un lienzo que se compra y que se vende, un artefacto, y alcanzaremos también seguramente el umbral de un arte que sea idea, símbolo, gesto, acción, imagen pura. Quizá sea ese el desafío de este desteñido siglo XXI. Crisis posmoderna. Pastiches historicistas, arte de superficie (al decir de Jameson) apropiaciones, réplicas de un pasado moderno que floreció cien años atrás y se extinguió.
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