martes, 3 de enero de 2012

Carlo Carra. (Italia, 1881-1966)

Nace en Quargnento, provincia de Alessandria, en 1881, en el seno de una familia de artesanos. Tras trabajar como decorador mural durante casi diez años en Valenza Po, Milán, París, Londres y Bellinzona, en 1906 entra en la Academia de Brera y conoce a los jóvenes pintores Bonzagni, Romani, Valeri y Boccioni. En 1910, Marinetti, Boccioni, Russolo y el mismo Carrà firman un manifiesto dirigido a los jóvenes artistas en el cual los invitan a renovar el lenguaje expresivo. Balla y Severini se adhieren al manifiesto y, así, nace el futurismo.
A principios de 1913, el grupo florentino de "la Voce" se une al movimiento futurista y lanza la nueva revista "Lacerba", dirigida por Papini y Soffici. Carrà colabora en ella con numerosos escritos y dibujos. Durante el mismo periodo, se relaciona con los cubistas franceses y, en 1914, vive durante algunos meses en París. En esos años, su obra empieza a alejarse del futurismo, como demuestran sus collages. Carrà inicia un periodo de reflexión y de estudio de algunos clásicos, como Giotto y Paolo Uccello, y empieza a pintar sus primeros cuadros metafísicos.
Tras incorporarse al ejército, Carrà transcurre un periodo en Pieve di Cento, pero, por motivos de salud, ingresa en el hospital militar de Ferrara, ciudad en la cual conoce a De Chirico, Savinio, Govoni y De Pisis. En 1919 regresa a Milán y se casa con Inés Minoja. Sigue un periodo de crisis interior y artística del cual sale con una nueva visión de la pintura orientada a la búsqueda de la máxima simplificación de la imagen. Así, en 1921, inicia su tercera etapa artística, llamada "realismo lírico". Sus obras son una síntesis entre la idea y la naturaleza, y los paisajes pasan a ser los temas predilectos del artista. En 1923 vive en Camogli (Liguria). A partir de 1926 pasa algunos meses en Forte dei Marmi (Versilia), donde se encandila con los paisajes luminosos y solitarios, las playas desérticas, las montañas cayendo a pico sobre el mar, las cabañas abandonadas.
En esa época, Carrà no sólo se dedica de pleno al trabajo artístico sino que, además, combate una ardua batalla por la renovación del arte moderno mediante artículos de crítica y de teoría estética. Colabora con numerosas revistas, como "Lacerba", "La Voce", "Valori Plastici", "Esprit Nouveau", "La Fiera letteraria", y en el cotidiano "L'Ambrosiano".
Muere el 13 de abril de 1966, debido a una enfermedad fulminante.

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