Muchos misterios rodean al cuadro que Leonardo Da Vinci pintó entre 1503 y 1506, y que desde hace 200 años ha sido el mayor tesoro del Museo del Louvre, en París. Muchas teorías tratan de esclarecer quién fue la mujer cuya sonrisa ha dado durante siglos la vuelta al mundo y a la historia del arte.
Las hipótesis van arrojando luz y también sombra sobre el enigma, que no pierde vigencia. Pero más allá de su sonrisa, que parece oscilar entre el humor y la amargura, las principales preguntas en torno al lienzo siguen siendo dos: ¿Para quién fue pintado? Y ¿Quién fue la modelo? Tratando de dar una nueva respuesta a estos interrogantes aparece Adios Mona Lisa. La verdadera historia del retrato más famoso del mundo , (Katz, 2010), el último libro de Roberto Zapperi.
En él, el autor –uno de los mayores especialistas vivos en el Renacimiento– recrea las circunstancias en que fue creada la pintura, y a la luz de nuevos documentos tira por tierra la teoría más aceptada hasta el momento, que parte de los escritos de Giorgio Vasari, pintor de la época y biógrafo de Leonardo, “hizo para Francesco del Giocondo el retrato de su mujer Mona Lisa y lo dejó inacabado…”, afirma Vasari. Esto vendría a justificar el título del cuadro, pero se sabe que este se puso mucho después de la muerte de Leonardo. El título podría también hacer alusión a la sonrisa de la modelo, ya que Gioconda significa “alegre”.
Pero es bueno empezar las historias desde el principio. Una cortesana, o un adolescente vestido de mujer, pasando por Isabel de Aragón, o alguna amante de Da Vinci, hasta llegar al propio Leonardo travestido y riéndose de quien lo mira sin llegarlo a ver. Todas hipótesis posibles. Incluso la de Freud, que encontró en la obra una “preocupante masculinidad”.
Zapperi, desconfiando de las palabras de Vasari, que nunca llegó a ver el cuadro, hilvana los hechos para relatar lo que considera la verdadera historia. Según él, la modelo sería Pacífica Brandini, amante de Giuliano de Médici –quien patrocinara al artista en la corte de su hermano, el papa León X en Roma–, y madre natural de su hijo ilegítimo Hipólito de Médici, y habría sido encargada para que el chico tuviera un recuerdo de su madre, muerta tiempo atrás. Según esto, no habría ninguna modelo posando en el momento de la creación, Leonardo habría hecho un retrato “ideal” a partir de la descripción de la mujer hecha por Giuliano.
Además, como prueba documental, ofrece un escrito de Antonio de Beatis, que considera más fiable que el de Vasari, ya que éste visitó a Leonardo en Francia. Beatis habla en su crónica de tres cuadros que el artista estaba pintando, uno de ellos de “cierta dama florentina, pintada por el encargo del fallecido Giuliano de Médici…” Esta dama sería, según la interpretación de Zappieri, la Gioconda. ¿Por qué priorizar a Vasari cuando de Beatis estuvo más cerca de Leonardo?, plantea el autor.
Fuente: http://laprimeraplana.com.mx/2010/12/la-nueva-identidad-de-la-mona-lisa/
Las hipótesis van arrojando luz y también sombra sobre el enigma, que no pierde vigencia. Pero más allá de su sonrisa, que parece oscilar entre el humor y la amargura, las principales preguntas en torno al lienzo siguen siendo dos: ¿Para quién fue pintado? Y ¿Quién fue la modelo? Tratando de dar una nueva respuesta a estos interrogantes aparece Adios Mona Lisa. La verdadera historia del retrato más famoso del mundo , (Katz, 2010), el último libro de Roberto Zapperi.
En él, el autor –uno de los mayores especialistas vivos en el Renacimiento– recrea las circunstancias en que fue creada la pintura, y a la luz de nuevos documentos tira por tierra la teoría más aceptada hasta el momento, que parte de los escritos de Giorgio Vasari, pintor de la época y biógrafo de Leonardo, “hizo para Francesco del Giocondo el retrato de su mujer Mona Lisa y lo dejó inacabado…”, afirma Vasari. Esto vendría a justificar el título del cuadro, pero se sabe que este se puso mucho después de la muerte de Leonardo. El título podría también hacer alusión a la sonrisa de la modelo, ya que Gioconda significa “alegre”.
Pero es bueno empezar las historias desde el principio. Una cortesana, o un adolescente vestido de mujer, pasando por Isabel de Aragón, o alguna amante de Da Vinci, hasta llegar al propio Leonardo travestido y riéndose de quien lo mira sin llegarlo a ver. Todas hipótesis posibles. Incluso la de Freud, que encontró en la obra una “preocupante masculinidad”.
Zapperi, desconfiando de las palabras de Vasari, que nunca llegó a ver el cuadro, hilvana los hechos para relatar lo que considera la verdadera historia. Según él, la modelo sería Pacífica Brandini, amante de Giuliano de Médici –quien patrocinara al artista en la corte de su hermano, el papa León X en Roma–, y madre natural de su hijo ilegítimo Hipólito de Médici, y habría sido encargada para que el chico tuviera un recuerdo de su madre, muerta tiempo atrás. Según esto, no habría ninguna modelo posando en el momento de la creación, Leonardo habría hecho un retrato “ideal” a partir de la descripción de la mujer hecha por Giuliano.
Además, como prueba documental, ofrece un escrito de Antonio de Beatis, que considera más fiable que el de Vasari, ya que éste visitó a Leonardo en Francia. Beatis habla en su crónica de tres cuadros que el artista estaba pintando, uno de ellos de “cierta dama florentina, pintada por el encargo del fallecido Giuliano de Médici…” Esta dama sería, según la interpretación de Zappieri, la Gioconda. ¿Por qué priorizar a Vasari cuando de Beatis estuvo más cerca de Leonardo?, plantea el autor.
Fuente: http://laprimeraplana.com.mx/2010/12/la-nueva-identidad-de-la-mona-lisa/