Los colores de Carlos Gorriarena
Nadie como él supo satirizar la realidad nacional mediante un gesto crispado y trágico haciendo estallar una paleta de vibrante colorido. "El arte es algo que uno pisa todos los días", decía.
Por Beatriz Vignoli
"El fuego de tu mano / queda en el mundo, quema / suciedades terrestres", escribió en memoria suya el poeta Juan Gelman. El pintor argentino Carlos Gorriarena, descendiente de vascos, nació en el barrio de Núñez (Buenos Aires) el 20 de diciembre de 1925 y falleció en La Paloma (Uruguay) el 16 de enero de 2007, a los 81 años de edad y en pleno éxito artístico y de crítica. Venían realizándose muestras antológicas suyas en Córdoba y Mar del Plata, y la Fundación Mundo Nuevo acababa de editar un libro sobre su obra con investigación y ensayos de María Teresa Constantin y Diana Wechsler. Incansable, el artista estaba por comenzar a pintar una serie de trípticos de gran tamaño que formarían parte del envío de la galería paulista Thomas Cohn a la feria Arte BA, donde venía exponiendo año tras año. Hoy se inaugura en Rosario una muestra homenaje a este magnífico artista. Es en el auditorio de OSDE Filial Rosario (Bv. Oroño 949) con la curaduría de Fernando Farina.
Según una frase muy citada de Gorriarena, "un cuadro debe romper la pared". Y lo logró, al menos figuradamente hablando. Nadie como él supo satirizar la realidad nacional mediante un gesto crispado y trágico haciendo estallar, a la vez, una paleta fauvista de vibrante colorido. Sus figuras son apariciones, arquetipos, formas retorcidas como esqueletos en un crematorio, intensas presencias fantasmales. Sus fondos se tensan bajo la presión de estas desgarradas visiones humanas. La manera violenta y radiante en que "Gorri", como lo conocían sus amigos, reformuló el género del paisaje con figura, sienta un precedente que revalida el arte de la pintura y abre camino a los que vendrán. Sus maestros en la Escuela Nacional de Bellas Artes fueron Lucio Fontana en escultura, y Antonio Berni en dibujo. Luego prosiguió sus estudios con el pintor realista social Demetrio Urruchúa. Según Jorge Glusberg, ex director del MNBA, la obra de Gorriarena se posiciona junto a la de otros artistas que han tematizado los problemas sociales y políticos, como la de Berni o la de Carlos Alonso; o, en la otra orilla y hace tiempo, Figari. Para el crítico de arte y ex director del MAM Raúl Santana, "Gorriarena es un gran heredero de Antonio Berni, de hecho había sido su discípulo. Ellos mantuvieron una gran amistad. Ambos compartían la preocupación por el contexto social. La preocupación de su pintura era el poder y Gorriarena lo mostró en toda su brutalidad y desfiguración". Cabe agregar a la lista el nombre de Luis Felipe Noé, más afín todavía estilísticamente. Noé, como Gorriarena, también trabajó la sátira política tomando como punto de partida la vertiente más expresionista de la Nueva Figuración, y poniendo especial énfasis en el poder del color puro.
"Hacé lo que quieras, pero encontrá tus colores", enseñaba Gorriarena a sus alumnos en su taller de San Telmo. Encontrar sus colores implicó para Gorriarena una trayectoria no sólo pictórica, sino también política. Fue primero comunista y después peronista, como muchos intelectuales y artista de su generación. A partir del taller del maestro Urruchúa se puso en contacto con el Grupo de Plata (Obelar, Hugo Monzón, Rubén Molteni, Broullón, entre otros), junto a quienes expuso cinco veces, antes de seguir un camino solitario en los '50. Hizo su primera muestra individual en 1959. A mediados de los años 60 Gorriarena escribía en La rosa blindada, la revista que dirigía el poeta Raúl González Tuñón y que sólo duró un par de años: desde 1964 hasta 1966. Allí colaboraban Juan Gelman, Ramón Plaza, Andrés Rivera, Estela Canto y Tito Cossa, entre otros. A la dictadura de Onganía, que truncó ese y tantos otros proeyctos, Gorriarena la satirizó en su serie "El Onganiato", que mostró en 1967 en la Galería Arte Nuevo.
Gorriarena consideraba su actividad plástica como un hecho ético. Cuentan sus colegas que era bondadoso y humilde, y así lo expresó él mismo en una entrevista: "A veces se pone a los artistas en una dimensión de dioses, y la verdad que el arte es algo que uno pisa todos los días, tiene que ver con los piqueteros, con gente roñosa y con gente maravillosa también. El artista es un ser tan particular, se parece mucho más a un taximetrero. Va todos los días al taller, trabaja cuatro, diez, doce horas. Lo más interesante de su vida no es la rutina como pintor, sino la rutina, que es lo que nunca se cuenta".
Este trabajador del arte, con más de treinta exposiciones individuales, expuso en el país, Brasil, México, Canadá, Francia y Madrid, donde residió durante 1971. Participó en casi 200 muestras colectivas, entre ellas la III Bienal de Artes Gráficas en Cali (Colombia, 1976), el Festival Internacional de Pintura en Cannes (Francia, 1980), la Bienal de Medellín (Colombia, 1981), la Bienal de La Habana (Cuba, 1996) y Variantes de la figuración en Argentina en el Museo Cuevas, de México. En el año 2000 fue invitado de Honor a la 9 Feria internacional de Galerias de Arte de la Ciudad de Bs. As. Arte BA 2000. Entre los numerosos reconocimientos a su labor pictórica ganó en 1984 el Primer Premio de Pintura en Salón Municipal "Manuel Belgrano" del Museo Sívori. También recibió el Gran Premio de Honor del Salón Nacional, en 1986, por su obra "Pin Pan Punk". En 1989 se hizo acreedor de la Beca Guggenheim y del Premio Asociación Internacional de Críticos al Pintor del Año. En 1992 obtuvo el Primer Premio Pintura, en la Primera Bienal de Arte de la fundación Konex y en 1993 la Academia Nacional de Bellas Artes le otorgó el Premio Trabuco (ex Palanza). Ese año realizó una muestra en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Este, se fue; pero ya había encontrado sus colores.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-7601-2007-03-06.html
Nadie como él supo satirizar la realidad nacional mediante un gesto crispado y trágico haciendo estallar una paleta de vibrante colorido. "El arte es algo que uno pisa todos los días", decía.
Por Beatriz Vignoli
"El fuego de tu mano / queda en el mundo, quema / suciedades terrestres", escribió en memoria suya el poeta Juan Gelman. El pintor argentino Carlos Gorriarena, descendiente de vascos, nació en el barrio de Núñez (Buenos Aires) el 20 de diciembre de 1925 y falleció en La Paloma (Uruguay) el 16 de enero de 2007, a los 81 años de edad y en pleno éxito artístico y de crítica. Venían realizándose muestras antológicas suyas en Córdoba y Mar del Plata, y la Fundación Mundo Nuevo acababa de editar un libro sobre su obra con investigación y ensayos de María Teresa Constantin y Diana Wechsler. Incansable, el artista estaba por comenzar a pintar una serie de trípticos de gran tamaño que formarían parte del envío de la galería paulista Thomas Cohn a la feria Arte BA, donde venía exponiendo año tras año. Hoy se inaugura en Rosario una muestra homenaje a este magnífico artista. Es en el auditorio de OSDE Filial Rosario (Bv. Oroño 949) con la curaduría de Fernando Farina.
Según una frase muy citada de Gorriarena, "un cuadro debe romper la pared". Y lo logró, al menos figuradamente hablando. Nadie como él supo satirizar la realidad nacional mediante un gesto crispado y trágico haciendo estallar, a la vez, una paleta fauvista de vibrante colorido. Sus figuras son apariciones, arquetipos, formas retorcidas como esqueletos en un crematorio, intensas presencias fantasmales. Sus fondos se tensan bajo la presión de estas desgarradas visiones humanas. La manera violenta y radiante en que "Gorri", como lo conocían sus amigos, reformuló el género del paisaje con figura, sienta un precedente que revalida el arte de la pintura y abre camino a los que vendrán. Sus maestros en la Escuela Nacional de Bellas Artes fueron Lucio Fontana en escultura, y Antonio Berni en dibujo. Luego prosiguió sus estudios con el pintor realista social Demetrio Urruchúa. Según Jorge Glusberg, ex director del MNBA, la obra de Gorriarena se posiciona junto a la de otros artistas que han tematizado los problemas sociales y políticos, como la de Berni o la de Carlos Alonso; o, en la otra orilla y hace tiempo, Figari. Para el crítico de arte y ex director del MAM Raúl Santana, "Gorriarena es un gran heredero de Antonio Berni, de hecho había sido su discípulo. Ellos mantuvieron una gran amistad. Ambos compartían la preocupación por el contexto social. La preocupación de su pintura era el poder y Gorriarena lo mostró en toda su brutalidad y desfiguración". Cabe agregar a la lista el nombre de Luis Felipe Noé, más afín todavía estilísticamente. Noé, como Gorriarena, también trabajó la sátira política tomando como punto de partida la vertiente más expresionista de la Nueva Figuración, y poniendo especial énfasis en el poder del color puro.
"Hacé lo que quieras, pero encontrá tus colores", enseñaba Gorriarena a sus alumnos en su taller de San Telmo. Encontrar sus colores implicó para Gorriarena una trayectoria no sólo pictórica, sino también política. Fue primero comunista y después peronista, como muchos intelectuales y artista de su generación. A partir del taller del maestro Urruchúa se puso en contacto con el Grupo de Plata (Obelar, Hugo Monzón, Rubén Molteni, Broullón, entre otros), junto a quienes expuso cinco veces, antes de seguir un camino solitario en los '50. Hizo su primera muestra individual en 1959. A mediados de los años 60 Gorriarena escribía en La rosa blindada, la revista que dirigía el poeta Raúl González Tuñón y que sólo duró un par de años: desde 1964 hasta 1966. Allí colaboraban Juan Gelman, Ramón Plaza, Andrés Rivera, Estela Canto y Tito Cossa, entre otros. A la dictadura de Onganía, que truncó ese y tantos otros proeyctos, Gorriarena la satirizó en su serie "El Onganiato", que mostró en 1967 en la Galería Arte Nuevo.
Gorriarena consideraba su actividad plástica como un hecho ético. Cuentan sus colegas que era bondadoso y humilde, y así lo expresó él mismo en una entrevista: "A veces se pone a los artistas en una dimensión de dioses, y la verdad que el arte es algo que uno pisa todos los días, tiene que ver con los piqueteros, con gente roñosa y con gente maravillosa también. El artista es un ser tan particular, se parece mucho más a un taximetrero. Va todos los días al taller, trabaja cuatro, diez, doce horas. Lo más interesante de su vida no es la rutina como pintor, sino la rutina, que es lo que nunca se cuenta".
Este trabajador del arte, con más de treinta exposiciones individuales, expuso en el país, Brasil, México, Canadá, Francia y Madrid, donde residió durante 1971. Participó en casi 200 muestras colectivas, entre ellas la III Bienal de Artes Gráficas en Cali (Colombia, 1976), el Festival Internacional de Pintura en Cannes (Francia, 1980), la Bienal de Medellín (Colombia, 1981), la Bienal de La Habana (Cuba, 1996) y Variantes de la figuración en Argentina en el Museo Cuevas, de México. En el año 2000 fue invitado de Honor a la 9 Feria internacional de Galerias de Arte de la Ciudad de Bs. As. Arte BA 2000. Entre los numerosos reconocimientos a su labor pictórica ganó en 1984 el Primer Premio de Pintura en Salón Municipal "Manuel Belgrano" del Museo Sívori. También recibió el Gran Premio de Honor del Salón Nacional, en 1986, por su obra "Pin Pan Punk". En 1989 se hizo acreedor de la Beca Guggenheim y del Premio Asociación Internacional de Críticos al Pintor del Año. En 1992 obtuvo el Primer Premio Pintura, en la Primera Bienal de Arte de la fundación Konex y en 1993 la Academia Nacional de Bellas Artes le otorgó el Premio Trabuco (ex Palanza). Ese año realizó una muestra en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Este, se fue; pero ya había encontrado sus colores.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-7601-2007-03-06.html
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