Emilio Pettoruti, la épica de lo clásico
porRafael Squirru
La vida de Emilio Pettoruti (La Plata 1892-París 1971) y su obra constituyen un todo armónico, que en una larga trayectoria alcanza el más alto nivel de la plástica de nuestro siglo.
Conocida es su temprana vocación, sus años de aprendizaje italianos y su precóz maduración como creador, cada vez que pensemos en su ya abstractos dibujos de 1914-16, año en que ya había plasmado sus Construcciones que lo señalan en su faz americanista como auténtico precursor.
Desde su paisaje de la "Alta Córdoba" de 1912, Pettoruti posee esa calidad que marca el auténtico artista pintor. Pensemos que entonces apenas tenía 20 años, y que ya está presente la preocupación por el plano y lo que es aún más interesante su tratamiento de la luz. Ello es verdad también de sus estudios de desnudos al carbón. Es importante tener en cuenta que al igual que Piccasso en su período 1916-26, Pettoruti trabaja en simultaneidad en ambos estilos el figurativo y el abstracto-cubista.
"Las amigas de Florencia" de 1914 es ya una tela magistral, así como lo serán sus mosaicos, que no tienen menor calidad que los de Léger. De aquella época son también sus paisajes italianos, uno mejor que el otro, así como las pequeñas acuarelas con motivo de estilizados figurines.
Una obra fundamental de este período es el óleo abstracto "Vallombrosa" de 1916 que sin duda registra una inspiración paisajística. Se trata de un trabajo clave de 33 x 24 cm donde aparece dentro de una gama de marrones, unos segmentos, de los que años más tarde, Pettoruti identificaría como luz autónoma.
Sabemos que durante su extenso período cubista ya desde su "Retrato de Xul Solar", que tituló "Luce Elevazione" de 1916, se mantiene esta obsesiva preocupación lumínica. En las palabras del mismo Pettoruti, registrada en su valiosísima autobiografía "Un pintor ante el espejo" (1968) nos dice: "No sé por qué. O mejor dicho lo sé. Porque en el Sol y en la Luz, encontré desde pequeño los mayores misterios, y porque estos elementos naturales ejercieron sobre mí, en razón de su propio sigilo, una atracción muy extraña...de ahí a pensar en aferrar el sol y meterlo en el hogar, que ha sido siempre uno de los grandes propósitos del hombre, mediaba únicamente un paso, y lo franqueé con resolución en los bocetos de 1939. Pienso hoy todavía que fue una creación absoluta, y que de haberla desarrollado en otras latitudes, (no en otros tiempos) su aceptación y sobre todo su repercución hubieran sido mayores". Esta última, una reflexión que comparte con Torres García a propósito de su Universalismo Constructivo.
Al señalar el año 39 como el momento culminante de su hallazgo de la luz como ente autónomo, Pettoruti no está siendo plenamente justo consigo mismo ya que vimos que aunque fragmentada, esa luz esta identificada en el "Vallombrosa" del 16.
De todos modos ese tratamiento más concentrado precide toda su serie de Soles Argentinos, que dicen a las claras del diálogo íntimo que el artista siempre mantuvo con su propia tierra. Pero, con todo el respeto y entusiasmo que nos merece su período de los arlequines, pensamos que el gran hallazgo se corporiza en la última etapa abstracta de Pettoruti, aún no debidamente calibrada por la crítica, pese a los años que han pasado. Obras como "Serenite" (1959), "Silence dans la nuite" (1962) en que el haz luminoso acompaña a rectángulos verticales de azules y marrones, son apenas algunos de los ejemplos que corroboran y acompañan la "Grotta Azzurra" del 58 y toda la serie de las Farfallas (mariposas) de la década de los 60.
En todos y cada uno de estos casos la pintura deviene decididamente metafísica, esto es, que está cargada del espeso jugo de la meditación. Según Julio Payró "las hondas vivencias intelectuales corren parejas con una apasionada emotividad". Es precisamente este equilibrio logrado al máximo en nivel-intensidad, lo que hace de Pettoruti uno de los grandes clásicos de nuestro tiempo, un pintor épico como corresponde a su condición americana, respuesta del pueblo-continente, como lo quiere un pensador peruano, al lirismo hondo de un Juan Gris. Clásico por vocación y por oficio, este maestro argentino nos habla de la aventura humana que se traduce en una historia que no cesa, aquí, en nuestra América.
LA CRITICA por Jacques Lassaigne
En los distintos períodos de la obra de Pettoruti, encuentro una notable unidad, ya sea en Europa (Florencia, Roma y París - 1914 a 1924 -), en Argentina (1924 a 1952), en Italia o una vez más en París desde 1952. Su trabajo se desarrolló a un ritmo intenso, en amplios sectores de búsqueda coherente, con llamados constantes y prolongaciones lógicas. Pettoruti siempre permaneció fiel así mismo, tal como se definiera desde el primer momento. Fue un espíritu lúcido, sabio y reflexivo, un constructor poderoso, con una forma permanente de ver y decir.
Se mantuvo en contacto con los principales movimientos teóricos que marcaron varias décadas de éste siglo: futurismo, cubismo, abstracción. Pero avanzó en forma paralela, personal, sin plegarse jamás a una visión en común, sin hacer concesiones. En sus comienzos se preocupó por definir una dinámica de las formas, pero su interés por representar las deformaciones sucesivas del objeto fue menor que la representación del movimiento en sí y del ritmo. En éste sentido se distingue totalmente de sus primeros colegas italianos futuristas. Por ejemplo cuando Balla yuxtapone como en el cine los estados sucesivos de una pierna en marcha, Pettoruti intenta definir una curva que sintetice éstas diferentes etapas. Se abstrae de toda figuración para otorgar un significado emocional y vivo a las formas geométricas. Propone de éste modo un verdadero lenguaje plástico en términos de figuras y colores. Los círculos y los ángulos se organizan sobre ejes precisos, por momentos se hunden sobre sí mismos como sobre un ojo profundo, o se transforman en flechas agudas dirigidas hacia un blanco externo. Sus fuerzas ascendentes o descendentes toman un valor benéfico o maléfico. Los colores parecen concebidos para abolir toda margen de incertidumbre. Poseen la densidad o el brillo del esmalte; sus propios matices se inscriben en la escala de la conciencia. Tanto por su técnica como por su espíritu. El pintor se emparenta con los constructores del Renacimiento.
Cuando acepta utilizar los elementos de lo real y parece acercarse a la experiencia cubista final de los papeles colados y de las deformaciones planas de 1917 (Gris, Picasso, Herbin) Pettoruti combina dicha visión un tanto decorativa, con un sentido del espacio totalmente metafísico. Entre las superficies vencidas donde los objetos se alinean por altura, abre ángulos de perspectivas profundas, generadores de lo insólito y del ocultamiento.
El objeto o el personaje se representan con su entorno, su aura, su acompañamiento particular, con las fuerzas que se desprenden de ellas y le arman una defensa. Este entorno, por una suerte de transposición fundamental, en la base sólida, la roca sobre la cual se recorta el perfil del sujeto cuya silueta desbordada adquiere una postura formidable. Es esencial para mis ojos, la serie de los Soles Solidificados en la cual el foco de luz se concentra en piedra angular y llama sobre sí a sus rayos.
Nada más interesante que reconocer el uso de ésta segunda visión en las pinturas de la serie de los Arlequines iniciada en 1925 y afirmada poco a poco sobre sus propias raíces. En éstas figuras, la sombra alcanzada y la prolongación espiritual se funden para engendrar un solo cuerpo compacto, rígido, hierático, tan alejado del pretexto original como de cualquier representación simbólica. El tema se desarrolla, se profundiza, se desdobla , como si la pintura, magnética, emitiera ondas concéntricas al propagarse.
Pero el artista resiste toda tendencia a que las formas alcancen una proliferación azarosa o una tensión manierista. Pinta con gusto naturalezas muertas donde la distribución de los objetos se resume en un solo movimiento plástico, en un arabesco armonioso mientras que, a veces, un detalle característico clasifica a la composición del conjunto cuando se expresa con la verosimilitud de un TROPE-L'CEIL ("Dominó", "Los Tres Cigarrillos"). En la serie de las copas que se inscriben en una superficie cada vez más densa se instaura un equilibrio entre un número reducido de colores sostenidos.
En la nueva época parisina de Pettoruti culmina el estilo despojado. Sobre sus telas, cuyos formatos se agrandan a menudo en apaisados horizontales, evolucionan las formas abstractas puras dentro de un espacio que se hunde y se libera. Es un combate de ángulos y curvas cuya flexibilidad une los contrastes o es un simple juego de colores estridentes. Como en la serie de los Pájaros, los cuadros se clasifican por su carácter dominante: Bermellón, Negro, Blanco, Tropical. Este último posee la magia de la mariposa.
En lugar de éstas obras de un clasicismo casi perfecto, prefiero quizás las grandes composiciones más complejas donde se expresa la lucha fundamental de la luz y la sombra y se produce la unión de las fuerzas opuestas. En el "Soleil dans la Montagne" o el "Soleil d’ete" un anillo de oro de distintas intensidades enceguece las altas construcciones sombrías. En las Farfallas, se realiza la fusión de las fuerzas contrarias.
Entre los grandes brazos descuartizados, se distribuye armoniosamente la luz en toda la extensión de la tela. La misión del pintor está cumplida. Su obra está edificada con el silencio y la paz.
Fuente: http://www.pettoruti.com/critica.htm
porRafael Squirru
La vida de Emilio Pettoruti (La Plata 1892-París 1971) y su obra constituyen un todo armónico, que en una larga trayectoria alcanza el más alto nivel de la plástica de nuestro siglo.
Conocida es su temprana vocación, sus años de aprendizaje italianos y su precóz maduración como creador, cada vez que pensemos en su ya abstractos dibujos de 1914-16, año en que ya había plasmado sus Construcciones que lo señalan en su faz americanista como auténtico precursor.
Desde su paisaje de la "Alta Córdoba" de 1912, Pettoruti posee esa calidad que marca el auténtico artista pintor. Pensemos que entonces apenas tenía 20 años, y que ya está presente la preocupación por el plano y lo que es aún más interesante su tratamiento de la luz. Ello es verdad también de sus estudios de desnudos al carbón. Es importante tener en cuenta que al igual que Piccasso en su período 1916-26, Pettoruti trabaja en simultaneidad en ambos estilos el figurativo y el abstracto-cubista.
"Las amigas de Florencia" de 1914 es ya una tela magistral, así como lo serán sus mosaicos, que no tienen menor calidad que los de Léger. De aquella época son también sus paisajes italianos, uno mejor que el otro, así como las pequeñas acuarelas con motivo de estilizados figurines.
Una obra fundamental de este período es el óleo abstracto "Vallombrosa" de 1916 que sin duda registra una inspiración paisajística. Se trata de un trabajo clave de 33 x 24 cm donde aparece dentro de una gama de marrones, unos segmentos, de los que años más tarde, Pettoruti identificaría como luz autónoma.
Sabemos que durante su extenso período cubista ya desde su "Retrato de Xul Solar", que tituló "Luce Elevazione" de 1916, se mantiene esta obsesiva preocupación lumínica. En las palabras del mismo Pettoruti, registrada en su valiosísima autobiografía "Un pintor ante el espejo" (1968) nos dice: "No sé por qué. O mejor dicho lo sé. Porque en el Sol y en la Luz, encontré desde pequeño los mayores misterios, y porque estos elementos naturales ejercieron sobre mí, en razón de su propio sigilo, una atracción muy extraña...de ahí a pensar en aferrar el sol y meterlo en el hogar, que ha sido siempre uno de los grandes propósitos del hombre, mediaba únicamente un paso, y lo franqueé con resolución en los bocetos de 1939. Pienso hoy todavía que fue una creación absoluta, y que de haberla desarrollado en otras latitudes, (no en otros tiempos) su aceptación y sobre todo su repercución hubieran sido mayores". Esta última, una reflexión que comparte con Torres García a propósito de su Universalismo Constructivo.
Al señalar el año 39 como el momento culminante de su hallazgo de la luz como ente autónomo, Pettoruti no está siendo plenamente justo consigo mismo ya que vimos que aunque fragmentada, esa luz esta identificada en el "Vallombrosa" del 16.
De todos modos ese tratamiento más concentrado precide toda su serie de Soles Argentinos, que dicen a las claras del diálogo íntimo que el artista siempre mantuvo con su propia tierra. Pero, con todo el respeto y entusiasmo que nos merece su período de los arlequines, pensamos que el gran hallazgo se corporiza en la última etapa abstracta de Pettoruti, aún no debidamente calibrada por la crítica, pese a los años que han pasado. Obras como "Serenite" (1959), "Silence dans la nuite" (1962) en que el haz luminoso acompaña a rectángulos verticales de azules y marrones, son apenas algunos de los ejemplos que corroboran y acompañan la "Grotta Azzurra" del 58 y toda la serie de las Farfallas (mariposas) de la década de los 60.
En todos y cada uno de estos casos la pintura deviene decididamente metafísica, esto es, que está cargada del espeso jugo de la meditación. Según Julio Payró "las hondas vivencias intelectuales corren parejas con una apasionada emotividad". Es precisamente este equilibrio logrado al máximo en nivel-intensidad, lo que hace de Pettoruti uno de los grandes clásicos de nuestro tiempo, un pintor épico como corresponde a su condición americana, respuesta del pueblo-continente, como lo quiere un pensador peruano, al lirismo hondo de un Juan Gris. Clásico por vocación y por oficio, este maestro argentino nos habla de la aventura humana que se traduce en una historia que no cesa, aquí, en nuestra América.
LA CRITICA por Jacques Lassaigne
En los distintos períodos de la obra de Pettoruti, encuentro una notable unidad, ya sea en Europa (Florencia, Roma y París - 1914 a 1924 -), en Argentina (1924 a 1952), en Italia o una vez más en París desde 1952. Su trabajo se desarrolló a un ritmo intenso, en amplios sectores de búsqueda coherente, con llamados constantes y prolongaciones lógicas. Pettoruti siempre permaneció fiel así mismo, tal como se definiera desde el primer momento. Fue un espíritu lúcido, sabio y reflexivo, un constructor poderoso, con una forma permanente de ver y decir.
Se mantuvo en contacto con los principales movimientos teóricos que marcaron varias décadas de éste siglo: futurismo, cubismo, abstracción. Pero avanzó en forma paralela, personal, sin plegarse jamás a una visión en común, sin hacer concesiones. En sus comienzos se preocupó por definir una dinámica de las formas, pero su interés por representar las deformaciones sucesivas del objeto fue menor que la representación del movimiento en sí y del ritmo. En éste sentido se distingue totalmente de sus primeros colegas italianos futuristas. Por ejemplo cuando Balla yuxtapone como en el cine los estados sucesivos de una pierna en marcha, Pettoruti intenta definir una curva que sintetice éstas diferentes etapas. Se abstrae de toda figuración para otorgar un significado emocional y vivo a las formas geométricas. Propone de éste modo un verdadero lenguaje plástico en términos de figuras y colores. Los círculos y los ángulos se organizan sobre ejes precisos, por momentos se hunden sobre sí mismos como sobre un ojo profundo, o se transforman en flechas agudas dirigidas hacia un blanco externo. Sus fuerzas ascendentes o descendentes toman un valor benéfico o maléfico. Los colores parecen concebidos para abolir toda margen de incertidumbre. Poseen la densidad o el brillo del esmalte; sus propios matices se inscriben en la escala de la conciencia. Tanto por su técnica como por su espíritu. El pintor se emparenta con los constructores del Renacimiento.
Cuando acepta utilizar los elementos de lo real y parece acercarse a la experiencia cubista final de los papeles colados y de las deformaciones planas de 1917 (Gris, Picasso, Herbin) Pettoruti combina dicha visión un tanto decorativa, con un sentido del espacio totalmente metafísico. Entre las superficies vencidas donde los objetos se alinean por altura, abre ángulos de perspectivas profundas, generadores de lo insólito y del ocultamiento.
El objeto o el personaje se representan con su entorno, su aura, su acompañamiento particular, con las fuerzas que se desprenden de ellas y le arman una defensa. Este entorno, por una suerte de transposición fundamental, en la base sólida, la roca sobre la cual se recorta el perfil del sujeto cuya silueta desbordada adquiere una postura formidable. Es esencial para mis ojos, la serie de los Soles Solidificados en la cual el foco de luz se concentra en piedra angular y llama sobre sí a sus rayos.
Nada más interesante que reconocer el uso de ésta segunda visión en las pinturas de la serie de los Arlequines iniciada en 1925 y afirmada poco a poco sobre sus propias raíces. En éstas figuras, la sombra alcanzada y la prolongación espiritual se funden para engendrar un solo cuerpo compacto, rígido, hierático, tan alejado del pretexto original como de cualquier representación simbólica. El tema se desarrolla, se profundiza, se desdobla , como si la pintura, magnética, emitiera ondas concéntricas al propagarse.
Pero el artista resiste toda tendencia a que las formas alcancen una proliferación azarosa o una tensión manierista. Pinta con gusto naturalezas muertas donde la distribución de los objetos se resume en un solo movimiento plástico, en un arabesco armonioso mientras que, a veces, un detalle característico clasifica a la composición del conjunto cuando se expresa con la verosimilitud de un TROPE-L'CEIL ("Dominó", "Los Tres Cigarrillos"). En la serie de las copas que se inscriben en una superficie cada vez más densa se instaura un equilibrio entre un número reducido de colores sostenidos.
En la nueva época parisina de Pettoruti culmina el estilo despojado. Sobre sus telas, cuyos formatos se agrandan a menudo en apaisados horizontales, evolucionan las formas abstractas puras dentro de un espacio que se hunde y se libera. Es un combate de ángulos y curvas cuya flexibilidad une los contrastes o es un simple juego de colores estridentes. Como en la serie de los Pájaros, los cuadros se clasifican por su carácter dominante: Bermellón, Negro, Blanco, Tropical. Este último posee la magia de la mariposa.
En lugar de éstas obras de un clasicismo casi perfecto, prefiero quizás las grandes composiciones más complejas donde se expresa la lucha fundamental de la luz y la sombra y se produce la unión de las fuerzas opuestas. En el "Soleil dans la Montagne" o el "Soleil d’ete" un anillo de oro de distintas intensidades enceguece las altas construcciones sombrías. En las Farfallas, se realiza la fusión de las fuerzas contrarias.
Entre los grandes brazos descuartizados, se distribuye armoniosamente la luz en toda la extensión de la tela. La misión del pintor está cumplida. Su obra está edificada con el silencio y la paz.
Fuente: http://www.pettoruti.com/critica.htm
UNA VISION SAGRADA DEL ARTE.
ResponderEliminarde Jesús Lozano Fuentes, el jueves,
UN PUNTO DE VISTA SAGRADO DEL ARTE.
...la vida espiritual, a la que tambien pertenece el arte y de la que el arte es uno de sus mas poderosos agentes,es un movimiento
complejo pero determinado,traducible a terminos simples,que conduce hacia delante y hacia arriba.este movimiento es el del
conocimiento.Puede adoptar diversas formas,pero en el fondo conserva siempre el mismo sentido interior, el mismo fin.
Introducción en De lo espiritual en el arte, 1911.
KANDINSKY.
El arte en sus infinitas formas ,es una suerte de yoga que permite al individuo recobrar momentaneamente la unidad de su ser
con el mundo ,liberandolo de su propia individualidad ; para el creador la experiencia estetica es una experiencia cercana a la mistica
que permite al espectador sentir la emocion de la totalidad siendo uno con todo,no a traves de la razon, sino por medio de la intuicion.
el artista crea para si mismo siendo el observador y lo observado al mismo tiempo, adquiriendo la sabiduria mientras permanece en el mundo.
extrayendo la belleza de cualquier objeto a la que su mente preste atencion,siendo puente entre la mente y la materia,cada artista percibe y crea su cosmovision de la realidad, en base a sus patrones y paradigmas internos, adentrandose en estados de
consciencia donde su mente se convierte en el espejo del universo.
¿ se puede ser artista y a la vez filósofo ?
creo que es una rara combinacion donde ahora en los tiempos que nos toca vivir, carecemos de esta especie de hombres bomba para despertar la sociedad.
Pues el artista que crea desde el yo, está condenado de antemano a permanecer encerrado en su propia carcel, no percibiendo que en la celda no hay puerta ni barrotes que le encadenen.
¿ en un mundo de invidentes, quién ayudará a cruzar la calle ?
una de las responsabilidades del artista es ser consciente de su ceguera, a veces
tambien de popularidad, vivimos tiempos donde la verdad y la esencia de lo que somos pide paso para instaurarse, pero para que esto ocurra creamos las crisis para depurar lo que nos sobra que hemos creado desde el insconciente colectivo desde hace miles de años. Por esto la crisis las tenemos que entender desde su lado más sagrado que nos invita a cada ser a a adentrarse desde la belleza, el arte y el amor dentro los nuevos paradigmas que ya están aqui.
El arte ha de ser un estado de consciencia donde los resultados y satisfacciones que no sean para los demas tampoco seran para mi. Como el gran visionario Francés André Malraux escribió: el siglo XXI será espiritual o no será.
LA BELLEZA SE HA BUSCADO EN TODAS LAS ÉPOCAS.
AQUEL QUE LA PERCIBE, SE LIBERA DE SI MISMO.
COOMARASWAMY.
.
Jesús Lozano Fuentes AQUEL QUE LA PERCIBE SE LIBERA DE SI MISMO .
COOMARASWAMY
«Quien pinta una figura, si él no puede serla, no puede pintarla»,
DANTE.
chee!! como se llama la primer pintura con la que abris el trabajo???
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